Provincia sí, Ciudad no: la General Paz divide las posibilidades de un acuerdo entre el PRO y La Libertad Avanza

La foto en la Casa Rosada fue un antes y un después. Para Cristian Ritondo y Diego Santilli, los únicos invitados a la cumbre con los Milei, fue la coronación de meses de trabajo presionando para cerrar un acuerdo con La Libertad Avanza. Para Mauricio Macri, en cambio, fue game over. No tenía sentido secguir peleando con la realidad: no habría boleta amarilla en Provincia de Buenos Aires, sino solo una violeta con dirigentes amarillos. Mientras que en CABA, a solo unos kilómetros, la competencia sería a matar o morir.
El propio Macri lo admitió, a la pasada, a la salida de una reunión de la mesa ejecutiva del PRO en San Telmo el viernes. Consultado sobre si estaría de acuerdo en cerrar un acuerdo con el PRO, respondió “absolutamente”. Incluso deslizó que había sido él quien había enviado a Ritondo y Santilli a reunirse con Karina Milei, Sebastián Pareja y Lule Menem en la Casa de Gobierno: un comentario que, tal vez por piedad, ninguno de los protagonistas salió a desmentir.
Distinto era el caso de CABA, un motín de guerra con media docena de contrincantes. En el PRO bonaerense responsabilizan al jefe de Gobierno porteño de haberse quedado solo en la Ciudad: “Es culpa de Jorge. Si te peleaste con Larreta, te peleaste con Lousteau, te peleaste con Ocaña, te peleaste con Oliveto. Y te peleaste con Karina. El problema, entonces, sos vos”, insistían, con distintos niveles de virulencia, distintos dirigentes que lo conocen hace casi 20 años.

El cierre de las alianzas en Ciudad de Buenos Aires había mostrado a un PRO sin red de contención, abandonado por todas aquellas fuerzas que, desde hace casi 10 años, le permitieron sostener la gobernabilidad en la Ciudad. Jorge Macri había fracasado en cerrar un acuerdo con todos los exaliados de Juntos por el Cambio y los acuerdistas del PRO utilizan, ahora, este escenario como advertencia aleccionadora: sin LLA, el PRO podía derrumbarse.
Karina quiere un armado de puros y leales que le respondan 100% a ella. Eso no es una novedad para nadie en el PRO, que ha sufrido en carne propia la desconfianza del triángulo de hierro. Incluso los más pintados de violeta que, apenas asumió Javier Milei, hicieron el pase a las Fuerzas del Cielo perciben que nunca serán del todo bienvenidos. Lo siente Patricia Bullrich, que fue la primera en pasarse de bando. Y lo sienten los bullrichistas, muchos de los cuales se reúnen semanalmente con Lule Menem para discutir las estrategias electorales en las provincias.
“No les gustan los de afuera”, coinciden los auto excomulgados del PRO. Es un argumento similar al que utiliza Jorge Macri cuando los propios lo acusan de haber dinamitado la posibilidad de un acuerdo en la Ciudad: la culpa es de Karina —o su brazo ejecutor, Pilar Ramírez— que le dinamita la gobernabilidad y desea preparar el terreno para tomar la Ciudad por asalto en 2027. “Si vos le decís que le vas a dejar el 25 por ciento del lugar en las listas no podes decir que querés cerrar un acuerdo”, advierten, en cambio, sus detractores internos.
Hay tres motivos, sin embargo, que explican por qué Karina podría estar dispuesta a cerrar un acuerdo orgánico con el PRO en PBA. O, al menos, así lo esperan en el PRO. El primero es el más evidente: en PBA gobierna Axel Kicillof, por lo que hay un “cuco” (sic) al cual combatir. “En PBA tenés la reserva moral del peronismo, que es CFK, y tenés su futuro, que es Axel. Es el enemigo perfecto”, explica un referente del PRO bonaerense.
Los cálculos más conservadores le dan al PRO que, de competir solo, podría arañar unos 5-7 puntos de votos. Un resultado magro pero que, en la práctica, podría significar la diferencia entre ganarle o no al peronismo en PBA. Ese es el principal argumento que Ritondo y Santilli esgrimen cuando se sientan a negociar con LLA.
El segundo motivo es el de la territorialidad de los dirigentes del PRO que impulsan el acuerdo. Ritondo, Santilli, Julio Garro, Guillermo Montenegro, Alejandro Finnochiaro: la mayoría salió al rescate de Milei en la fiscalización del balotaje en 2023 y, hoy, revolean números de intendentes y concejales amarillos como quien presume de un tesoro. Hacer campaña, explican, requiere plata, y mucho más si no se cuenta con presencia territorial en una provincia tan grande como Buenos Aires. “[José Luis] Espert va a ser el candidato y lo entiende. Nadie invierte en amateurismo”, grafica un dirigente.
Y el tercer argumento que esgrimen en el PRO es de carácter afectivo. A diferencia de CABA, en donde el líder natural es Jorge Macri, en PBA quienes encabezan el armado son Ritondo y Santilli. Dos dirigentes que visitan seguido la Casa Rosada y que tienen una relación personal con los hermanos Milei. Ritondo, en particular, tiene un vínculo cercano con el presidente, así como con Lule Menem y Santiago Caputo. Fue el asesor todoterreno, incluso, quien le dijo al presidente del bloque PRO de reunirse el lunes en Casa Rosada. Santilli, mientras tanto, mantiene un vínculo aceitado con Karina y fue ella quien lo convocó.

Jorge, en cambio, no despierta confiabilidad en LLA. Y sus compañeros en el PRO —muchos de los cuales lo conocen desde que era presidente del bloque PRO en la Legislatura bonaerense— lo acusan con saña de ser un irresponsable que no pudo cerrar un acuerdo en CABA. “Podría haber aprovechado el vínculo personal que tiene Cristian, pero no quiso”, se irrita un dirigente.
La incógnita porteña
El jefe de Gobierno porteño enfrenta, ahora, un escenario difícil. La mayoría de las encuestas lo miden tercero, por detrás del candidato desconocido de LLA -se barajan varios nombres, incluso el de Manuel Adorni, pero la apuesta del armado karinista es que sea el sello el que arrastre la boleta- y de Leandro Santoro, el principal beneficiario de la atomización de las opciones de centroderecha. De confirmarse este escenario, Jorge Macri perdería su liderazgo en la Ciudad. Pero no solo eso: podría perder el control de la Legislatura. Y, para cualquier intendente, perder el control de la Legislatura significa estar a tiro de un pedido de juicio político.
Los más optimistas se ilusionan con que una derrota en CABA podría ser el baño de agua fría que tanto los Macri como Karina necesitan para obviar las diferencias y cerrar un acuerdo de cara a las elecciones nacionales. Las elecciones porteñas funcionarán, en ese caso, como una gran PASO que defina cuánto mide cada uno y, a partir de ello, definir cómo se distribuirán los lugares en las listas. Una lógica que comparte el propio Horacio Rodríguez Larreta, que especula con que la legislativa de 2025 sea el preludio de un gran acuerdo de cara a 2027.
Para Jorge, sin embargo, sigue habiendo un problema: de salir tercero, aunque cierre un acuerdo con LLA, tendrá que despedirse de su futuro político. Al menos en la Ciudad de Buenos Aires. Una pérdida para los Macri que, otros, ansían con voracidad: “El kirchnerismo nació como proyecto identitario después de una derrota. Acá el problema no es perder, sino cómo perdés”, razona un dirigente PRO más joven.
En el PRO muchos fantasean con que, fracasado el proyecto libertario, el partido amarillo podrá volver a gobernar. Pero para lograrlo, insisten, Macri tendrá ceder las riendas, tomar un avión al Sur y jubilarse.
MC/JJD
0