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¿Señales para la tribuna?

Vacaciones en la Rosada: Milei dice que no se va a ningún lado y pide “bajo perfil” a sus funcionarios

Cuando Boris Johnson visitó a Milei en octubre trascendió que el mandatario argentino podría viajar a Reino Unido a conocer a los Rolling Stones.

Juan José Domínguez

16 de diciembre de 2024 17:18 h

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Todavía está fresca en la memoria colectiva la postal de Martín Insaurralde a bordo de un yate, con su acompañante Sofía Clérici. O la de Silvina Batakis sentada aguardando ser atendida en el Apple Store de Manhattan después de haber dicho, aún siendo ministra de Economía, que “el derecho a viajar” de los argentinos “colisiona con la generación de puestos de trabajo”. Su argumento era que los dólares que faltaban en el gobierno de Alberto Fernández debían usarse mayormente en el sector productivo y no en turismo ni en compras en el exterior.

Pero no solamente en el peronismo hay ejemplos como estos de haz lo que digo pero no lo que yo hago: todos los funcionarios de la primera línea del gobierno de Milei podrían salir de vacaciones al exterior o a destinos turísticos caros dentro de Argentina, como Cariló. Es el caso de —nada menos— el ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, quien en enero, cuando aún no tenía dicho cargo, viajó a ese balneario de clase media alta en plena discusión política sobre el megadecreto desregulador que él mismo se encargó de redactar (e inclusive se jactó de hacerlo) mostrando una alta pila de hojas en redes.

Habrá que ver si Mariano Cúneo Libarona, otro ministro de Milei, de Jusiticia —nada menos— no se tienta este verano a volar a playas más lejanas, las de Miami, donde es propietario de un departamento que durante años permaneció sin haber sido debidamente declarado ante la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA, ex-AFIP) y que el otrora abogado mediático y ahora funcionario nacional compró a finales de la década menemista.

Milei, por tanto, tiene motivos de sobra para pedirles decoro y mesura a sus ministros y demás colaboradores de la primera línea del gobierno. Pero, sobre todo, porque no caería bien que se repita, por ejemplo, la imagen de Luis Caputo tomando sol en una playa de Río de Janeiro, adonde se alojó en el hotel Sofitel de Ipanema, en 2018, siendo presidente del Banco Central —nada menos— y justo cuando el dólar empezó a subir, iniciando el fin anticipado de la presidencia de Mauricio Macri (a la que le sobraron los dos últimos años) y la crisis cambiaria que llega nuestros días con la promesa estirada de Milei de eliminar el maldito cepo “el año que viene”. En dos semanas se termina 2024, que era el año en que había prometido que levantaría tales restricciones.

Siempre hay algún funcionario que mete la gamba, un pelotazo en contra del Gobierno —o más bien, sin quererlo, refleja lo que verdaderamente es—: maltratos a empleadas domésticas desde el macrista Jorge Triaca, siendo ministro de Trabajo, hasta la progresista Victoria Donda, directora del ya inexistente Inadi.

El presidente de la Nación lo que no quiere es que esas cuestiones de forma, que en esta Argentina siempre sensible pesan mucho, le compliquen su imagen positiva —que sigue alta según la mayoría de las consultoras de opinión pública—. Esa imagen positiva que conserva puede atribuirse a la estabilidad macroeconómica que demuestra su gesión: bajan el riesgo país y los dólares paralelos, y suben los bonos y los títulos públicos. La microeconomía, en cambio: bien, gracias.

Aunque la inflación efectivamente ha bajado, los ingresos de las personas están por el piso; la actividad económica terminará el año con una caída producida por la motosierra y el programa del tándem de economistas Milei-Caputo; y la vida en nuestro país se ha vuelto ridículamente cara. Ridículamente cara, porque en cualquier súper de Europa los alimentos —sí, los alimentos— salen más baratos que aquí, donde infelizmente no tenemos salarios europeos pero alguna vez supimos ser el grandero del mundo.

Este dólar bajo con precios de Mónaco o París que no van a bajar, no solamente afecta al turismo receptivo sino también al campo y a la industria nacional (a la que además perjudicarán doblemente por la tendencia aperturista de su ideario económico, donde es mala palabra todo lo que suene a proteccionismo: aranceles, que son los impuestos aplicados a productos importados para encarecerlos frente a los nacionales; topes en la cantidad de bienes que pueden importarse; subsidios a industrias nacionales para hacerlas más competitivas, y barreras comerciales que dificultan la entrada de productos extranjeros, como regulaciones técnicas, licencias o controles aduaneros). Mejor no hablar de la construcción, a la que el propio Milei parece haberle cavado la fosa entre el corte total a la obra pública y su programa económico, que acentuó la recesión (algunos economistas inclusive la llamaron depresión).

Siendo hoy 16 de diciembre, a poco más de una semana de las Fiestas de fin de año y alertado sobre los antecedentes mencionados más arriba, es que Milei no quiere dar ni un paso en falso más. Ya le pasó con su aliado parlamentario Edgardo Kueider, a quien su bloque, La Libertad Avanza, pretendía solamente suspenderlo en su banca (finalmente terminaron votando la expulsión, junto con el kirchnerismo), después de haber sido detenido en Paraguay por llevar cientos de miles de dólares en efectivo sin declarar. O con los aumentos de sueldos de los senadores, convalidados por la vicepresidenta Victoria Villarruel, que se excusó diciendo que ella no puede hacer nada contra los aumentos que se otorgan los mismos legisladores (lo cual es cierto, técnicemente).

El “primer presidente liberal libertario del mundo” —tal como se autoproclamó tras vencer en el balotaje a Sergio Massa, pese a que, en rigor de verdad, la primera en el mundo fue Liz Truss, quien duró apenas 44 como premier británica— se ha impuesto una austeridad vacacional que mezcla control simbólico, oportunismo político y contradicción.

Mientras sus ministros tienen permitido un breve respiro entre fines de diciembre y enero, el mandatario se enorgullece de declararse “workaholic” y anuncia que permanecerá trabajando desde la residencia de Olivos. Eso sí, con una notable excepción: un vuelo a Washington para asistir a la ceremonia de asunción de Donald Trump, su aliado ideológico y estrella del show libertario global.

Los destinos “prohibidos”

La directiva presidencial a su gabinete es concisa: nada de destinos “emblemáticos de ostentación” como Punta del Este, Miami o Europa. Según pudo averiguar elDiarioAR, la orden busca enviar un mensaje de austeridad y “predicar con el ejemplo”. La circular interna de Milei llegó antes de que sus colaboradores se tomen vacaciones, como es su derecho, pero tarde para quienes ya habían comprado pasajes de avión y habían hecho reservas de hoteles. Más de uno debió devolverlos (o postergarlos para otro momento, quizás, porque ahora el horno no está para bollos).

Milei no pretende construir una narrativa de sacrificio y cercanía al pueblo, porque ya la ha construído. Así ganó las elecciones y la gente cree que hay que sacrificarse, la gente común, el ciudadano de a pie, al que Milei prometió que no castigaría, ya que la única castigada durante su mandato sería “la casta”. Pues no. Si no, preguntémosles a los jubilados, que con “el primer presidente liberal del mundo” (el segundo), que pierden 21% de sus ingresos en comparación con la fórmula anterior, que él derogó por decreto, o recordemos, entre otros retrocesos, el fin de la cobertura al 100% de medicamentos del PAMI.

En un país sumido en una crisis económica profunda, que por supuesto no es culpa toda de Milie, ¿es suficiente con evitar una foto en playas exclusivas para demostrar compromiso? Resulta irónico que se prohíban ciertos destinos bajo el argumento de la austeridad, mientras el presidente programa un viaje relámpago para asistir a un evento tan ajeno a las prioridades locales como la toma de posesión de Trump, a quien, por cierto, ya visitó en Estados Unidos, en febrero, en una reunión de la CPAC (Conservative Political Action Conference), donde se acercó emocionado al referente del Partido Republicano y lo saludó exultante: “¡Míster president!”. El misterio a resolver para este próximo encuentro es —otra vez— quién pagará el viaje. En los primeros ocho meses de gestión, casi el 30% de lo gastado por el Estado en vuelos fue para ir a actos partidarios o recibir premios personales, según un trabajo del sitio de verificación de contenidos Chequeado.

En una Argentina donde la cede inflación pero los ingresos no se han recompuesto, donde crece el desempleo y donde el ajuste golpea a los sectores más vulnerables, la población espera algo más que símbolos vacacionales. Si el gobierno de Milei realmente pretende marcar una diferencia, será con políticas que trasciendan el marketing personal y afecten positivamente la vida cotidiana. Porque hasta ahora solo ha habido ajuste y festejos por los números de la macro. Y poco más.

Además, el control sobre el destino que elijan sus funcionarios, o cualquier persona en este país, de liberal-libertario tiene muy poco. Es otra acción de la disfunción narcotizante (un término de los sociólogos estadounidenses Paul Lazarsfeld y Robert Merton), un manejo apabullante de la agenda pública, donde los libertarios sí que son campeones mundiales; pero no una demostración genuina de la aniquilación de la “casta”, que es lo que viene prometiendo El Peluca desde que era invitado al panel de Intratables.

El presidente Milei, por caso, tiene previsto encontrarse en Reino Unido con el líder de los Rolling Stones, Mick Jagger. Vacaciones, lo que se dice vacaciones, probablemente no sean, pero sí será una actividad que poco tenga que ver con el Gobierno y aún menos con lo que la sociedad aún espera de él. La información sobre dicha visita se dejó trascender desde la misma Casa Rosada, en octubre, después de una reunión que el jefe de Estado tuvo con el exprimer ministro de ese país, Boris Johnson, que al igual que el argentino también usa esos raros peinados nuevos.

JJD

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