INFORME ESPECIAL
El 2022 fue el año más letal para las mujeres y niños de Rosario
El Jardín de Infantes Sapo Pepe escribió dos comunicados de duelo en un mismo año. El primero en mayo de 2022, cuando Auriazul fue asesinada a tiros con la mamá y el papá en un pasillo del barrio Tablada, en el sur de Rosario. Auriazul tenía seis años. El segundo, cuando en navidad murió Candelaria por una bala perdida. Tenía cinco años. Lo mismo hicieron más de 30 veces jardines, escuelas primarias y secundarias, clubes y organizaciones de toda la ciudad. Lo mismo hicieron esta semana el gremio docente Amsafé y la escuela bilingüe 1344 Taigoye a donde iba Máximo en el barrio Los Pumitas. Su historia es conocida: fue asesinado el domingo en una balacera y tres de sus primos quedaron heridos. Tenía 11 años.
El 2022 no solo fue el año con más muertes violentas en Rosario, con 287 homicidios. Fue también cuando más niños, niñas y adolescentes fueron asesinados, con 36 casos en toda la ciudad. Fue, además, el año con más muertes de mujeres. Ainará Altamirano, la mamá de Auriazul, fue una de ellas. Tenía 25 años y es una de las 64 mujeres que murieron en distintos contextos de violencia. De la balacera se salvó la segunda hija de la pareja, una niña de tres años. Por el triple crimen, el entonces ministro de Seguridad de Santa Fe pidió “un mea culpa a la política” por la situación de Rosario. A los tres meses renunció.
Las muertes de mujeres y niños marcan un cambio en las formas de pensar la narcocriminalidad. Ya en 2022 desde el Observatorio de Seguridad Pública advertían que el número de mujeres muertas se había duplicado y hasta triplicado en apenas un año
Las muertes de mujeres y niños marcan un cambio en los datos sobre los homicidios de Rosario y en las formas de pensar los delitos alrededor de la narcocriminalidad. Ya en 2022 desde el Observatorio de Seguridad Pública advertían que el número de mujeres muertas se había duplicado y hasta triplicado en apenas un año.
Entre 2014 y 2021 las muertes violentas en Rosario habían tenido un patrón: el 90 por ciento de las víctimas eran varones jóvenes y pobres de entre 15 y 30 años de los barrios más populares de la ciudad. El número de mujeres asesinadas era estable, entre un 7 y un 11 por ciento y la mayoría eran en contexto de violencia machista. En 2022 eso cambió: las mujeres fueron el 22.4 por ciento de las muertes violentas, una de cada cuatro víctimas. La tasa de mortalidad se triplicó.
Otro indicador cambió: por primera vez las muertes de chicos y chicas menores de 18 años superó la barrera del 10 por ciento del total de homicidios. De los 287 registrados en 2022, un 12.4 por ciento fueron menores de 18 años.
Por primera vez las muertes de chicos y chicas menores de 18 años superó la barrera del 10 por ciento del total de homicidios. De los 287 registrados en 2022, un 12.4 por ciento fueron menores de 18 años
Los niños, niñas y adolescentes son víctimas de balaceras, tiroteos, venganzas y fuegos cruzados mientras juegan en la calle o en la canchita, festejan cumpleaños, están en brazos de sus madres o dentro de la casa. Las mujeres también. Son asesinadas por formar parte de distintos eslabones de la venta de drogas ilegales, por venganza, por ser familiar, novia, prima, amiga, hermana, hija de alguien, por estar en la calle cuando empiezan a tirar. Todos, mujeres, varones, adolescentes, niños y niñas viven en los barrios más pobres de la ciudad.
Más muertas por violencia urbana que por violencia machista
El aumento de muertes violentas de mujeres, infancias y adolescentes es analizado como una particularidad de Rosario, pero cada grupo responde a motivos y análisis diferentes.
El Observatorio de Seguridad Pública elabora desde 2014 estadísticas trianguladas de la Justicia, la Policía y el sistema de salud. Santa Fe es la única provincia del país que hace un análisis de este tipo.
En el caso de las muertes violentas de mujeres, el Observatorio registró que en 2022 hubo 64 asesinadas en Rosario. De ese total, cinco fueron femicidios por de violencia de género. La mayoría, el 78 por ciento, fueron en contexto de criminalidad organizada, lo que implica un aumento en relación a lo que pasaba desde 2014, cuando representaban el 33 por ciento, y a 2021 cuando fueron el 45 por ciento. Es decir: la letalidad vinculada a delitos de criminalidad organizada creció y para las mujeres rosarinas es más probable morir por la violencia urbana que por la violencia machista.
Otro indicador muestra el aumento de la violencia: las mujeres heridas por arma de fuego. En 2020 fueron 20. En 2022 se triplicaron.
La circulación y el uso de armas aparece entonces como otro factor a analizar. Hasta 2021, un 55 por ciento de las mujeres eran asesinadas con armas de fuego. En 2022 la cifra llegó al 86 por ciento. Los números muestran un aumento de la letalidad: hay muchas más mujeres muertas que heridas.
“Lo que pasa en Rosario no se ve en ningún otro lugar del país y nos interpela para renovar categorías analíticas como la de femicidio”, dice Gustavo González, secretario de Política Criminal y DDHH del Ministerio Público de la Acusación de Santa Fe. “Muchas veces no tenemos los elementos en las investigaciones para detectar violencia de género. La categoría femicidio tiene un origen jurídico que no fue pensado para las muertes en contexto de crimen organizado”.
Pero ¿quiénes son las mujeres asesinadas en Rosario y por qué las matan?
Un ejercicio para entender quiénes ponen los muertos en la ciudad es superponer el mapa de homicidios con el mapa de los barrios más pobres. La coincidencia es total. Con las mujeres pasa lo mismo: la mayoría son jóvenes de menos de 30 años de los barrios más vulnerables. La forma de matarlas es parecida a los varones jóvenes: hay un mandato previo, un sicariato, y el uso de armas de fuego.
¿Quiénes son las mujeres asesinadas? La mayoría son jóvenes de menos de 30 años de los barrios más vulnerables. La forma de matarlas es parecida a los varones jóvenes: hay un mandato previo, un sicariato, y el uso de armas de fuego
Las mujeres son asesinadas por distintos motivos, explica González. Están las que participan en eslabones del microtráfico de drogas ilegales, las que entraron al negocio cuando sus parejas o familiares varones cayeron presos, las asesinadas en balaceras junto con otras víctimas como una forma de ostentar la violencia y las que que matan por venganza de un varón hacia otro varón, ya sea por ser la madre, la hermana, la pareja o tener algún vínculo con ellos. El 64 por ciento de las muertes violentas son por mandato previo. En casi el 80 por ciento hubo una planificación del homicidio.
Ciudad de niños asesinados
El año pasado marcó un antes y un después en el crecimiento de la violencia en Rosario. No solo se rompió la barrera de los 264 homicidios de 2013. Aparecieron como nunca antes las noticias de niños, niñas y adolescentes asesinados en distintos contextos.
Desde el Observatorio contaron 36 muertes de este tipo, el 12.4 por ciento del total de homicidios. El número preocupa si se lo compara con años anteriores: en 2021 fueron el 6.5 por ciento y en 2020, el 7 por ciento.
En las muertes violentas de niños, niñas y adolescentes aparecen dos modalidades. Están las víctimas de balaceras. Ahí aparece una ostentación de la violencia, una demostración de poder de fuego, donde quienes mueren no son destinatarios directos de la violencia armada. Y están las víctimas directas, las y los adolescentes asesinados por conflictos territoriales en la disputa por el microtráfico de drogas ilegales. Y de nuevo en el mapa estas muertes se superponen de manera perfecta con los barrios donde viven. Los más pobres de la ciudad.
Las pibas en el mundo del delito
En 2015 la abogada y doctora en Antropología, Eugenia Cozzi, recibió un whatsapp de la novia de un pibe “tira tiros” de Rosario. Le reenviaba el flyer de la convocatoria al primer Ni Una Menos. Hasta ese momento, Cozzi veía la movilización como un reclamo de sectores de clase media. El mensaje la llevó a la marcha.
“Mujeres muy jóvenes se intercalaban con viejitas, pibas de los barrios con señoras del centro, y así. Había furia, furia contenida y una energía arrolladora. Me conmoví. Esa experiencia se imprimió en mi cuerpo, en mi forma de mirar tan preocupada por denunciar los pibes que mataban y morían en la ciudad, de comprender ese mundo. Quería ahora conocer y comprender qué pasaba con las pibas en el mundo del delito, ese universo que tanto había estudiado”, escribió en el artículo Las pibas y el mundo del delito, publicado en Cordón.
Cozzi plantea que el Ni Una Menos generó un cambio en la manera de mirar a las mujeres desde la academia y las burocracias penales. Se volvieron un objeto de análisis y eso hace que muchas dinámicas, datos y otros indicadores sean mirados ahora desde una perspectiva de género.
Ella había estudiado hasta ese momento a varones jóvenes de los sectores populares de Rosario, esos que llenan las estadísticas de homicidios cada año. El mundo del delito siempre fue masculinizado y Rosario no es la excepción. “Son los que ocupan el espacio público y disputan allí su honor a los tiros”, explica. Son la mayoría de las víctimas y de los victimarios y están en ciertos lugares de poder.
Con la irrupción de los feminismos se preguntó si los mensajes tenían repercusión en el mundo del delito. Si habían entrado a todos los ámbitos de la vida, ¿por qué no pensar que en las tramas delictivas también? Y si había pasado ¿cómo incidía esa irrupción en Rosario? ¿Cambiaba algo? ¿Se reproducían las mismas lógicas machistas o aparecían nuevas formas?
“Las mujeres jóvenes o los cuerpos feminizados que participan del mundo delito lo hacen desde una posición subalterna, en los peores puestos, como soldaditas en el mercado de drogas ilegalizadas, y son quienes, entre otras tareas, se encargan de la venta al por menor. Comparten ese lugar de subordinación, explotación y peligro que también ocupan los soldaditos, sus pares jóvenes varones. En otros casos llevan adelante la maquinaria logística imprescindible para el desarrollo de los mercados ilegales -como la organización y administración de puntos de venta-, y las más de las veces, además, se encargan de las tareas de cuidado necesarias para que ellos, los varones, se desarrollen en esos ámbitos”, dice en su análisis.
Para Cozzi son pocas las jóvenes que disputan prestigio a los tiros a la par de los varones. Y cuando lo hacen son masculinizadas. Las que ocupan ciertos lugares de poder son las menos y suelen ser esposas, madres, viudas, hijas o hermanas de varones presos o muertos.
Son pocas las jóvenes que disputan prestigio a los tiros a la par de los varones. Cuando lo hacen son masculinizadas. Las que ocupan ciertos lugares de poder son las menos y suelen ser esposas, madres, viudas, hijas o hermanas de varones presos o muertos
Narcotráfico con perspectiva de género
“Tristemente somos la ciudad donde podemos analizar esta particularidad que no se da en ninguna otra ciudad del país”, dice Luciana Vallarella, fiscal de la Unidad de Violencia de Género del Ministerio Público de Acusación. Para ella hay que pensar la narcocriminalidad con perspectiva de género. Opina que los asesinatos de niñas y niños muestran una ausencia de límites y una exhibición de la violencia de las organizaciones criminales: “Los niños quedan en medio de una balacera pero hay una intención de generar un temor generalizado en la ciudad”.
Vallarela cree que la violencia crece cuando el Estado actúa de manera descoordinada. “Hoy no vemos esa articulación. Antes participamos de dispositivos multiagenciales de todos los niveles. El Estado entraba primero por la fuerza pública, porque ya se había retirado, pero después llegaba todo lo demás: municipio, provincia, Justicia, Vivienda, Desarrollo Social, Niñez, centros de salud, centros de convivencia barrial, etcétera. En la zona de Grandoli y Gutiérrez, una de las más conflictivas, habían disminuido drásticamente la cantidad de homicidios”, dice y agrega que desde la política debería haber acuerdos básicos sobre la vida de los ciudadanos y las ciudadanas de Rosario.
Este año la fiscal Carla Cerliani pasó de la Unidad de Violencia de Género a Homicidios. Su incorporación fue anunciada como una política para analizar e investigar las muertes violentas de mujeres desde una perspectiva de género.
Ciudad letal
En los últimos años, Rosario se convirtió en una de las ciudades más letales de Sudamérica. La tasa de homicidios es similar a la de Río de Janeiro y cuatro veces más alta que la media nacional, con 22 muertes violentas por cada 100 mil habitantes cuando en el país el promedio es de 4.6.
En 2023 los indicadores no cambian. Incluso son peores: hasta el 9 de marzo hubo 66 homicidios. Para la misma fecha del año pasado había 55.
La crisis tiene de fondo el fracaso de las políticas de seguridad. En la última década han pasado ministros de todo tipo: académicos, políticos, técnicos y hasta de las fuerzas de seguridad. La gestión de Omar Perotti lleva cuatro ministros y diez jefes de Policía distintos. Hoy la cartera está conducida por el gendarme Claudio Brilloni.
La política más sostenida en el tiempo fue el enfoque punitivo, represivo y carcelario. La población carcelaria aumentó casi un 150 por ciento en los últimos 15 años. En 2008 en la provincia había 3.794 personas privadas de libertad. En 2022 llegaron a 9.350. Dos de cada tres son personas que cometieron un delito por primera vez, es decir, no son reincidentes. El 96 por ciento son varones. La tasa pasó de 117 a 263 personas privadas de libertad cada 100 mil habitantes. La superpoblación de las cárceles asciende al 30 por ciento. Y los homicidios no bajaron. Al contrario, aumentaron.
Después de la balacera contra el supermercado del suegro de Messi y del asesinato de Maxi en Los Pumitas, Rosario volvió a estar en todos los medios. Aparecieron los diagnósticos de todos los sectores políticos y el pedido de mano dura y más fuerzas de seguridad. Aparecieron los anuncios que incluyeron hasta al Ejército y llegaron, otra vez, más gendarmes.
“Preocupa que no se anuncien políticas que incluyan las variables sociales y urbanas. Todas las respuestas a la violencia pasan por un aumento de la cantidad de miembros de fuerzas de seguridad”, dice Gónzalez.
La urbanización y el trabajo social en los barrios es un reclamo de distintos sectores hacia el municipio. Porque en el aumento de la criminalidad organizada no se salva ningún nivel del Estado. Influye desde lo más arriba como la falta de investigación sobre el dinero del narcotráfico hasta el transporte público que no llega a los barrios más vulnerables. Otro de los temas que reclama la agenda pública pero está ausente de los anuncios es la reforma de la Policía y el Sistema Penitenciario.
Para González hay otro punto central en la discusión sobre la situación rosarina. El discursivo. La utilización de la palabra “narco” para justificar el aumento de la violencia es simplista. “Hablar de muertes narco más que ayudarnos a pensar lo que pasa en Rosario nos limita. No hay una relación directa entre narcotráfico y violencia. El microtráfico existe en todos lados pero la violencia no. Para las organizaciones criminales el uso de la violencia no es lo más conveniente, los coloca en la arena pública. Si creemos que todo es narco perdemos la complejidad y otras variables. La única relación causal directa es entre exclusión social y violencias. Basta con ver el mapa de los barrios y de los homicidios”, explica.
Las muertes por violencia urbana se lloran en las escuelas, los jardines, las calles, las plazas, los murales que pintan para recordar las víctimas, las casas, las familias, los clubes, las amigas y amigos. Son muertes que duelen, no están naturalizadas.
Qué vengan a ver cómo vivimos
“¡Paramos porque la narcocriminalidad se sigue llevando las vidas de nuestras niñeces! ¡Justicia por Máximo!”.
Son casi las nueve de la noche cuando en el Monumento a la Bandera leen la proclama del 8 de marzo. Después de marchar 20 cuadras, por primera vez no habrá festival para cerrar la noche. La tradición de la feria, el escenario de espaldas al río, las bandas y la música hasta la medianoche es descartada en las asambleas feministas. Varios factores influyen en la decisión. Uno es la seguridad. “No estaban garantizados los colectivos gratuitos hasta tarde, la frecuencia es muy mala y las mujeres de los barrios populares terminan volviendo de noche y poniéndose en riesgo. Si no hay transporte público accesible es difícil pensar la seguridad. Más en el clima de estos días y siendo una marcha que mueve a las mujeres de los sectores populares de toda la ciudad”, explica la referente Majo Poncino.
“Que se pongan las pilas y vengan a ver cómo vivimos”, dijo el lunes Antonia, la tía de Maxi, mientras lo velaban en el club donde quería ser campeón. Alrededor, un barrio sin servicios básicos, la llegada de más gendarmes y el fuego cruzado que no para.
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