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Al final, no era tan así

Algo se está cociendo en torno a la guerra de Rusia y Ucrania

Los militares ucranianos reparan un tanque que fue evacuado del territorio ruso a la región de Sumy, no lejos de la frontera entre Ucrania y Rusia.

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Los días siguientes a que se efectuara una explosión en un sector del gasoducto Nord Stream, que conectaba Rusia con Alemania, varias voces occidentales se apuraron a señalar a Moscú como el autor del “sabotaje”. La acusación sobre los hechos ocurridos ese septiembre de 2022 era cuanto menos forzada ya que el Nord Stream fue uno de los proyectos económicos y geopolíticos prioritarios del Kremlin en los últimos 20 años. ¿Por qué Rusia iba a destrozar lo que le había costado tanto construir? 

Como fuera, Ucrania y Polonia fueron los primeros en culpar a Moscú. El planteo pretendía ser muy claro. Si fueron capaces de invadir otro país, cómo no van a ser capaces de realizar un sabotaje en las aguas del Mar Báltico y detonar grandes explosivos para llevarse puesto un gasoducto… En las grandes capitales europeas fueron más cautos pero en los medios de comunicación el reflejo de la acción diplomática europea ponía también la mira en Rusia. 

La presidenta de la Unión Europea, Ursula Von der Layen, dijo en aquellos días que probablemente se tratara de un “sabotaje”, que se llevaría a cabo una investigación para “obtener total claridad sobre los hechos y el porqué”, y que el resultado conduciría a la “respuesta más fuerte posible”.

Es cierto que a las palabras se las lleva el viento (sino la vorágine y la velocidad infernal con que se producen y consumen las noticias en la actualidad), pero sería interesante preguntarle a Von der Layen qué valoración hace de aquel sabotaje, ahora que la Fiscalía alemana lleva adelante una investigación sobre el episodio, que apunta directamente como responsable al gobierno de Ucrania. 

Tres medios alemanes de extensa trayectoria –la televisión pública ARD, el periódico Süddeutsche Zeitung y el semanario Die Zeit– publicaron esta semana los primeros detalles de la causa. El principal apuntado es un ciudadano ucraniano que residía en Polonia, pero que ahora se habría fugado a Ucrania. El resto del equipo que llevó adelante el espionaje también era de nacionalidad ucraniana. 

El plan se instrumentó de forma compleja y minuciosa y no parece ser que fuera posible de realizar sin intervención de los servicios de inteligencia ucranianos y polacos, al menos. Los medios alemanes, junto al Wall Street Journal (que también publicó una exclusiva sobre el tema), apuntan a una orden del presidente ucraniano Volodímir Zelensky a través de quien fuera el jefe de las Fuerzas Armadas, Valerii Zaluhnyi. Incluyen, además, un dato curioso: la CIA se habría enterado del posible sabotaje y habría sugerido que no se llevara a cabo; sin embargo, el Gobierno ucraniano habría seguido adelante. Tema aparte (de abrumadora ingenuidad por supuesto): Si la CIA sabía quién era el responsable, ¿por qué no lo comunicó durante todo este tiempo?

Las autoridades ucranianas negaron de forma reiterada que esta fuera la verdadera historia del sabotaje, mientras que en las grandes capitales occidentales prefieren llamarse al silencio. La destrucción del Nord Stream es considerada como la operación de sabotaje más dramática desde la Segunda Guerra Mundial. ¿Cuál será la “respuesta más fuerte posible” que llevará adelante la Unión Europea si se confirma lo que ahora sostiene la fiscalía alemana?

En medios y redes sociales hay distintas teorías sobre la aparición de la investigación en los medios. Hay quienes sostienen que la publicación apunta a preparar el terreno para un eventual abandono de Zelensky por parte de Occidente: o bien porque Ucrania no ha mostrado avances significativos en la guerra a pesar de todo el apoyo militar y económico recibido, o bien porque el presidente ucraniano es demasiado independiente a la hora de marcar el pulso y la dirección del conflicto. Con otro mandatario, quizás, las cosas serían diferentes deslizan algunos interesados en el asunto. 

Un funcionario de alto rango de la Unión Europea le dijo esta semana al Financial Times que si bien el bloque reconoce que para lograr un avance real de Ucrania habría que escalar de forma considerable la ayuda militar, no se están discutiendo opciones para ello. La nota lleva el título “Ucrania se prepara para un triunfo de los republicanos anexando territorio (ruso)”, y sugiere que con Trump en la Casa Blanca, pero incluso sin él, el gobierno ucraniano será presionado para llevar adelante una negociación de paz con Moscú.

All in en una incursión en Kursk

En medio de la publicación de la pesquisa alemana, las Fuerzas Armadas de Ucrania realizaron la maniobra militar más espectacular y arriesgada desde que Rusia escaló su pulso bélico con el Estado ucraniano en febrero de 2022. 

Sin supuesto conocimiento de Europa o Estados Unidos, el 6 de agosto en la madrugada varias unidades del ejército ucraniano realizaron una sorpresiva incursión en la región de Kursk, territorio ruso fronterizo con Ucrania, a unos 300 kilómetros de la ciudad de Jarkov, donde ambos países sostienen combates.

Al día de hoy, Ucrania logró desplegarse en un territorio que ocupa entre 700 y 1.000 kilómetros cuadrados. El avance se ralentizó en las últimas 72 horas producto de la llegada de refuerzos rusos en la zona. Lo más destacado para Kiev es haberse hecho con el control de una instalación de gas para abastecer a algunos países de Europa (Austria, y Hungría, principalmente), y lograr sostener la iniciativa de la maniobra. Sin embargo, nadie más que el propio Gobierno de Ucrania conoce los objetivos reales de este sorpresivo avance. 

Si bien la “conquista” de territorio ruso por parte de un país extranjero no sucedía desde la Segunda Guerra Mundial, las posibilidades de consolidar y mantener una extensión tan grande de territorio por parte de Ucrania implica una cantidad de recursos militares y humanos de los que las uerzas Armadas Ucranianas no disponen en absoluto. Medios independientes y asumidamente críticos de la escalada bélica rusa como Meduza, afirman que Kiev “está asumiendo un gran riesgo en la región de Kursk”.

Entre las teorías que explican la maniobra, analistas de los principales medios europeos sostienen que uno de los objetivos sería forzar a Rusia a retirar tropas del este ucraniano, y así descomprimir la presión que está sufriendo Ucrania en las ciudades del Donbás. En los últimos meses, las Fuerzas Armadas de Rusia han avanzado de forma sólida y progresiva en esa región como no había sucedido nunca antes desde que se inició el conflicto en el 2014. Sin embargo, el Comando militar ruso no ha detenido su avance en Donbás ni ha retirado unidades militares por el momento, al contrario. 

Otra de las teorías que circulan apuntan a la anexión de territorio ruso para mejorar la posición de Ucrania en unas próximas negociaciones de paz. De esa manera, Kiev podría apuntar a un intercambio de territorios: devolver las localidades controladas en Kursk, a cambio de que Rusia devuelva localidades del sureste ucraniano. El proyecto, en todo caso, sugiere que Ucrania, quizás también Rusia, están apuntando a unos próximos diálogos de paz. 

En efecto, el presidente Zelensky afirmó por primera vez el mes pasado que está a favor de incluir al Kremlin en la próxima ronda de negociaciones. Un encuentro que según difundió el Gobierno ucraniano debería llevarse a cabo en noviembre, antes de las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Este viernes, por su parte, uno de los principales consejeros del mandatario ucraniano afirmó que la iniciativa militar en Kursk apunta a entablar unas “negociaciones justas”. La pregunta es, ¿estará dispuesto Vladímir Putin a asumir la anexión de territorio ruso por parte de Ucrania para acabar con la guerra? Aceptar esa realidad implica, entre otras cosas, reconocer que Rusia no logró controlar y defender sus fronteras, incluso aquellas que están en la misma zona del conflicto. 

El periódico independiente ruso The Bell publicó este sábado un informe sobre las exigencias económicas pero, sobre todo, de mano de obra civil y militar que enfrentará el Kremlin para hacer frente al avance ucraniano en Kursk. El número de trabajadores no está del todo claro aún, pero las estimaciones sugieren decenas de miles de hombres (para cavar trincheras, construir fortificaciones, y adaptar la infraestructura civil a un teatro de operaciones militar); mientras que los salarios (algunos ya ofrecidos en ofertas de empleo en Internet) alcanzarían a 2,300 dólares, dos veces el salario promedio del país.

Las necesidades no serían un problema si la economía rusa no enfrentara desde hace meses una falta de personal laboral que no deja de agudizarse, y que podría afectar la economía. Con sus previsibles vaivenes producto de la guerra, la actividad económica en Rusia ha logrado mantenerse a flote, e incluso crecer y mejorar ostensiblemente en el sector de la industria de la defensa. Ahora, las exigencias que presenta la ofensiva en Kursk amenazan con minar esos logros.

En suma, el escenario es complejo para ambos países. Sin embargo, el sorpresivo avance ucraniano constituye una apuesta mayúscula: concentrar todos sus recursos, y todas sus esperanzas de alcanzar un acuerdo de paz que sirva a sus intereses, en una sola maniobra militar. En ese contexto, la apuesta All in puede constituir el último paso desesperado antes del colapso, o la ejecución de una arriesgada y espectacular maniobra que logre devolverle a Kiev la iniciativa de una guerra que parecía perdida. 

El crupier, en tanto, mira la mesa de la ruleta con expectante silencio.

AF/DTC

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