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Bolivia, un país con taquicardia

Evo Morales habla en un acto en Cochabamba, el 12 octubre pasado.
19 de octubre de 2024 09:16 h

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Cada vez más pugnaces y pendencieros, los pleitos y litigios que desde al menos un año y medio atrás disputan el ex presidente Evo Morales y el actual presidente Luis Arce son muy alternantes y contrastantes en su materia y sus formas. Se libran en varios escenarios sucesivos o simultáneos y movilizan a diferentes protagonistas y personajes secundarios para combatir en pro del gobernante que ha decidido sucederse o del ex gobernante que lucha por sucederlo en 2024. En cada una de estas batallas, escaramuzas y pulseadas entre quien desde 2020 ejerce en Bolivia el Ejecutivo y quien lo ejerció entre 2006 y 2019 se disputan cuestiones siempre graves y siempre novedosas y renovadas. Por detrás de cada una de ellas, hay un solo conflicto, y es de índole política en estado puro. Evo y Lucho quieren ser candidatos en las próximas elecciones. Quieren ganarse un nuevo mandato presidencial de cinco años. De competir y ganar Arce, sería su primera reelección; si Morales fuera habilitado como candidato y resultara ganador, sería su cuarto mandato y su tercera reelección, la primera no consecutiva.

En 2025 Bolivia celebra los 200 años de su independencia. Evo y Lucho quieren ser el presidente del Bicentenario. El ex presidente y su ex ministro están enfrentados. El oficialista Movimiento al Socialismo (MAS) y su electorado se han dividido en dos facciones antagónicas según esta línea de quiebre. El cisma inhibe que compitan entre sí como precandidatos. Y uno y otro aspirante busca inhibir que su rival llegue siquiera a inscribirse como candidato: el presidente multiplica las presiones judiciales, el ex presidente intensifica la protesta social.

De sindicalista del Chapare a presidente de Bolivia, ida y vueltas

Antes, durante, y después de sus tres mandatos, Morales fue, como es hoy, dirigente gremial de los sindicatos cocaleros del Chapare, en el trópico del estado de Cochabamba. Fue el primer indígena en llegar a la presidencia de la República por el voto popular, que ganó gracias a su desempeño en la conducción sindical: Evo es el más exitoso sindicalista de la historia boliviana. La idoneidad de su liderazgo para la organización de marchas, de protestas, de reclamos, de bloqueos luce tan incólume en 2024 como inmodificado el cometido que Evo busca cumplir desde 1994.

Hacerse dueño del poder boliviano ha sido su objetivo primordial y definitivo treinta años atrás como lo es ahora. A esta finalidad subordinante de toda otra, Evo endereza vistosos y masivos medios y recursos de interpelación y demanda elegidos con precisión según su mayor eficacia actual para producir cuanto antes más pequeños o más grandes hechos consumados irrevocables. Estos arbitrios jamás fueron ilegítimos de por sí aunque examinados uno por uno y de muy cerca jamás lucieran irrefragablemente legales detalle por detalle en cada detalle así aislado para su examen poliédrico. El más recurrido expediente es la convocatoria de masas populares para servir de entorno y de auditorio que es la vez vocero y multiplicador en actos políticos debidamente multitudinarios desde donde enunciar el pliego de solicitaciones a la autoridad estatal, para ocupar físicamente los centros visibles del poder político, y para bloquear el paso por rutas y caminos.

Sitiar La Paz, el recurso del método de toda protesta social opositora y todo liderazgo político indio campesino 

Desde los tiempos del Imperio Español en Indias, en el Alto Perú la forma de movilización más temida por las autoridades paceñas era el cerco de la ciudad por masas de la población aymara que buscaban hacer oír y cumplir sus demandas. A 3.600 metros sobre el nivel de mar, La Paz es la sede de gobierno más alta del mundo. Pero la ciudad es una olla o un hoyo en un altiplano aún más elevado a 4000 msnm, donde hoy la ciudad de El Alto es la primera del Departamento de la Paz y la segunda de Bolivia en tamaño e importancia política y económica. En el siglo XVIII la urbe paceña se vio rodeada por masas pastoriles y campesinas que la miraban desde arriba y le habían cortado el suministro de víveres. Acudieron tropas del Virreinato para romper el sitio y ejecutar a las cabezas de la insurrección india, Tupaj Katari y Bartolina Sisa. Si esta rebelión altoperuana, como la peruana de Tupac Amaru, se cuentan entre los antecedentes ciertos de la Emancipación americana, lo es por razones menos edificantes que el contagio de un espíritu ambiente de libertad: los criollos habían percibido la magnitud de su fuerza y el grado independencia del que ya gozaban: podían hacer lo que querían, sin consultar a España ni afectarlos la aprobación o censura del Monarca.

A comienzos del siglo XXI, después y en el curso de las llamadas guerras del agua y del gas, ganadas en la defensa de estos recursos naturales como ámbito privativo del Estado boliviano, las masas campesinas y migrantes lideradas bloquearon y asediaron regularmente la ciudad de La Paz contra el ultra neo-liberal Gonzalo Sánchez de Lozada. Después de su renuncia, lo sucedió su vice Carlos Mesa, quien más adelante publicaría sus memorias bajo el título, descriptiva e históricamente inobjetable, de Presidencia sitiada (2008). No pudo completar su mandato Mesa. Lo sucedió el Juez Supremo Eduardo Rodríguez Veltzé. Este presidente de la Corte devenido presidente de la República convocó las elecciones adelantadas que en diciembre de 2005 dieron al MAS la primera de cuatro avasalladoras victorias reconocidas en primera vuelta a su candidatura presidencial. En 2006, con la asunción de Evo Morales, se iniciaba el Proceso de Cambio que dejaría para Bolivia un balance de mejoras sustantivas y radicales, cualquiera sea el indicador de medición del antes y el después en el que se prefiera detener la mirada y la comparación. El primer satélite boliviano en órbita se llamó Tupaj Katari y la organización de base de mujeres campesinas indígenas alineada con el cambio se llama Bartolina Sisa.

Por debajo y en la superficie del conflicto que opone al expresidente Evo y con el presidente Lucho es difícil opacar o relegar la preeminencia coherente de una ilación que enhebra que cada acción del líder ahora opositor en una trama política empecinada y consistente. Los procederes de Morales no divergen reconociblemente hoy de aquellos que había aprendido a construir, usar, perfeccionar desde las décadas de 1990 y de 2000, cuando este aymara nacido en el altiplano orureño era en los valles cochabambinos el líder de las federaciones cocaleras tropicales. Había combatido contra la dictadura militar. Más prolongadamente, contra las administraciones neo-liberales de la ‘democracia pactada’ de los tres partidos centro-derechistas que se habían turnado en el poder desde 1982.

El Estado Plurinacional boliviano, distopía perfecta cortada a la exacta medida gaucha de Javier Milei

A diferencia de las ‘olas rosas’ vencedoras en Argentina, Chile, Brasil, Uruguay y aun Paraguay en los años 2000, que repudiaban el pasado nacional tutelado por las FFAA golpistas y sus cómplices y herederos civiles y que hacían del Nunca Más una creíble promesa de campaña, en Bolivia el pasado de racismo, represión y desigualdad contra cuyo retorno el MAS se erige como garantía es el de dos décadas de neo-liberalismo sin fisuras. Los años y las políticas del neoliberalismo tienen su encarnación icónica y personalizada en Gonzalo Sánchez de Lozada, político del otrora revolucionario MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario), dos veces presidente de la República. Prófugo de la Justicia boliviana, vive hoy en EE.UU., a salvo de una extradición. ‘Goni’ habla el castellano con acento extranjero. Goni habla el inglés sin acento extranjero, porque estudió y vivió en EE.UU. Notablemente, o no, habla inglés con el mismo acento nativo adquirido, con el mismo léxico, que otro visitante prolongado en suelo estadounidense, Benjamin ‘Bibi’ Netanyahu, político del otrora nacional y popular Likud, y hoy primer ministro de Israel.     

En la identificación del neoliberalismo como el antagonista irreconciliable del MAS, la coincidencia ideológica entre Evo y Lucho es plena. Así como el alineamiento político internacional del país que se llama Estado Plurinacional de Bolivia desde 2009. La nueva Constitución Política del Estado (CPE) fue redactada por una Asamblea constituyente que sesionó en Sucre, ciudad del departamento de Chuquisaca que es la capital oficial del país (La Paz es la ciudad sede de su gobierno).

En sus tiempos de sindicalista, Evo tuvo que enfrentarse a unidades represivas modernas mucho mejor armadas que las nacionales. El ejército de EEUU, en plena Guerra contra las Drogas, había sido autorizado a operar en el Chapare hasta la erradicación del cultivo de la hoja de coca. “Gringos, erradiquen sus narices”, había sido el eslogan de la resistencia campesina. En tiempos de la Guerra al Terror, el embajador de EEUU calificó a Evo de “talibán”.

El anti-imperialismo anti-Pentágono, en el sentido clásico de la Guerra Fría, es el rasgo más incontrovertiblemente de izquierda en el universo doctrinario del MAS. La amistad de Bolivia con Cuba, Venezuela, Nicaragua, Rusia, Bielorrusia, Irán, Siria, la Autoridad Nacional Palestina fue afianzándose con los años. Los votos de los representantes bolivianos en foros internacionales como la ONU son tan previsibles en la presidencia de Arce como lo eran en la de Morales.

El partido de gobierno de Bolivia sirve, casi didácticamente, como imagen confeccionada a la minuciosa medida exacta, cuidando cada detalle, del sistema de repugnancias capitales del presidente argentino Javier Milei. Al programa del MAS caracterizan el conflicto bélico contra el liberalismo en todas su formas (y desde luego contra las más extremas ya que combate a las más disimuladas), contra el mercado como instancia reguladora libre de la economía, contra la empresa privada como agente privilegiado y adulado del crecimiento enriquecedor posible. También, la defensa de la prioridad de un Estado al que se ve como empresario competitivo, como nacionalizador prospectivo de más y más empresas, como distribuidor de la riqueza y apóstol de la justicia social. Cada uno de estos dogmas o de estos principios innegociables así enunciados están en el corazón ideológico del MAS y cada uno es un anatema en el credo libertario del actual presidente de la República Argentina.

Sin embargo, no sólo las políticas económicas y sociales de Bolivia son la nítida imagen invertida del modelo al que Milei se adhiere como único científico, único eficaz, único sin intoxicación ideológica izquierdista, populista, elitista, latinoamericanista. La alineación de la política exterior boliviana con el comunismo, con la causa palestina, pro Pekín, Moscú, Minsk, Damasco, Teherán, Caracas, La Habana, Brasilia, contra Washington, Jerusalén, Londres, prescindente de Kiev, resulta, uniendo todos los casos hasta advertir la forma que ofrece esta configuración, un inventario completo y consistente de la galaxia ‘zurda’, del Imperio del Mal en contra del cual Milei quiere, y cree, a todos los hombres de bien encolumnados detrás de él. Todas las disposiciones que su Ejecutivo adopte, si no para dificultar, al menos para no facilitarles la existencia a líderes y ex líderes políticos bolivianos, y aun a votantes de a pie del MAS, tienen un sustento emocional en este identikit mental que es pasible de impugnación por su furia apresurada pero no por su error en la exposición de la letra del discurso oficial masista.

Golpe a golpe, verso a verso

Morales gobernó Bolivia desde 2006 con Álvaro García Linera como su vice. Reelegido en 2009 y en 2014, el binomio del MAS presentó en noviembre de 2019 su muy poco espontánea renuncia a la titularidad del Poder Ejecutivo plurinacional en el contexto de las violencias y amenazas que siguieron al desconocimiento del resultado de las elecciones presidenciales celebradas en el anterior mes de octubre. El grito de ‘Fraude’ tuvo como primeras voces al candidato opositor Carlos Mesa, derrotado según los números oficiales, al dirigente cívico cruceño Fernando ‘el Macho’ Camacho, superadas en estridencia, y en determinación, por las declaraciones de la COB (Confederación Obrera Boliviana, cuyo secretario general debe ser minero según el estatuto sindical) y después de las FFAA que “sugirieron” (fue la palabra escogida) que el presidente y candidato Morales diera un paso al costado.

La propuesta del MAS de celebrar nuevas elecciones, acaso sin la candidatura de Morales en la fórmula partidaria, fue rechazada. A la renuncia de Morales siguió el exilio, primero en México, y más largamente en 2020, mientras el mundo sufría la pandemia del Covid, en la Argentina. El ex presidente boliviano fue bien recibido por el presidente argentino Alberto Fernández como lo había sido por el mexicano Andrés Manuel López Obrador. Frustradas sus aspiraciones a un segundo mandato en la primera vuelta de las elecciones de octubre de 2019, en noviembre Mauricio Macri gobernaba aún en la Argentina: el presidente vencido y saliente se había mostrado solidario con la denuncia de fraude contra Morales, vencedor en las elecciones del octubre boliviano.

Presidente hipócrita, mi semejante, mi hermano

Morales vivió recluido durante los períodos de aislamiento sanitario de 2020 en una localidad del conurbano norte bonaerense. Las elecciones anticipadas que había anunciado en Bolivia el gobierno de transición cuya presidencia había asumido, según una debatida línea constitucional de sucesión, la derechista Jeanine Áñez, senadora por el amazónico departamento de Beni, vieron postergada su fecha una y otra vez. Apenas asumido el poder, la administración, reconocidamente efímera, había invertido las alianzas exteriores bolivianas, había reanudado las relaciones diplomáticas con Washington y expulsado a las misiones de médicos cubanos cuyas cirugías habían librado de la ceguera a miles de niños y niñas. La Justicia, cuya independencia en Bolivia es absolutamente relativa, abrió varias causas penales contra Morales y sus ministros y funcionarios.

En esas condiciones, en el exilio, los cuadros del MAS dispersados pero comunicados entre sí y con los movimientos sociales y dirigentes de base, pensaron en cual candidatura presentar a esas elecciones presidenciales que antes de la pandemia parecían más inminentes de lo que fueron. La decisión general fue la de Evo, y viceversa. El MAS presentaría a las elecciones el binomio Luis Arce – David Choquehuanca. El ex ministro de Economía y un ex ministro de Exteriores. Fórmula simétrica pero inversa a la de Evo y Álvaro: esta vez había un q’ara (‘blancoide’) en primer lugar y un aymara en el segundo. La fórmula arrasó en octubre de 2020, y con más del 55% de los votos el MAS derrotó a Carlos Mesa, candidato de Comunidad Ciudadana, y a Fernando Camacho, candidato de Creemos.  

El que calla nunca otorga, el que traiciona casi siempre avisa

De lo que no se había hablado, y sobre lo cual los sobreentendidos o mutaron o fueron traicionados (en la medida en que lo ni dicho ni avisado pueda serlo), es qué candidatos presentaría el MAS en las elecciones presidenciales de 2025, el año del Bicentenario de Bolivia. Bajo una mirada retrospectiva, todo parece indicar que Morales siempre había esperado ser el candidato partidario y oficialista. Una reparación y rehabilitación biográfica y política después del Golpe de 2019, el exilio, la proscripción de su candidatura, y su exclusión del gobierno de Arce. La gestión de Arce fue, como era de esperar, correcta. Mucho menos esperable, porque no era una inferencia automática, fue que este ex funcionario y profesor de carrera, sin carisma ni mayor atractivo visibles, a quien las gigantografías que ilustran las obras públicas que inaugura lo muestran siempre en posición docente, a veces delante de un pizarrón o de un cuadro Excel con números, ganara apoyos sólidos y una popularidad discreta pero segura y sin altibajos.

Cuando Arce declaró que aspiraba a un segundo período, la decisión fue considerada por Morales como unilateral e inconsulta. Ya regresado a la actividad política desde su retiro en el emprendimiento piscícola que desarrolla en el Chapare, Morales se volvió un crítico cada vez más activo, cotidiano e implacable del gobierno del que seguía siendo su partido. Hasta que el MAS arcista lo expulsó, y Morales reorganizó una suerte de MAS cismático y legitimista. Toda la historia de Evo Morales desde 2019 hasta 2024, puede leerse ahora en un libro más único que raro, tan excepcional por sus méritos históricos y periodísticos como por los narrativos y literarios, publicado este octubre en Buenos Aires por la editorial Seix-Barral: Vértigos de lo inesperado. Su título es una frase del propio Morales. De su autor Martín Sivak puede leerse en Jefazo una biografía íntima de Evo entre 1995 y el primer año del primer indio en el ‘Palacio Quemado’: así se llamaba en 2006 la sede de la presidencia. Fue sustituida en sus funciones por los 29 pisos de la contigua, monumental y brutalista Casa del Pueblo, estrenada en 2018 en una La Paz que ya tenía más líneas de teleféricos que Buenos Aires de subterráneos. 

Las economías que manchan y las guerras muy sucias  

Las hostilidades entre Morales y Arce crecieron en intensidad, frecuencia, escala, letalidad y consecuencias. Morales combate al poder central con la estrategia y las tácticas del cocalero que llegó a presidente. En la forma, no ve por qué variarlas o enmendarlas: ni despuntan otras nuevas, ni razona que iguales causas puedan ser seguidas por desparejos ejemplos en una geografía inmodificada en sus accidentes por el asfaltado a doble mano y otras mejoras de la infraestructura. En el fondo, todo ha cambiado en virtud precisamente de esas mejoras. La población vive libre de la indigencia y del hambre, el comercio ha crecido, la burguesía aymara es próspera y directriz en el Altiplano, el analfabetismo ha desaparecido. En La Paz hay un presidente del MAS y ex ministro de Economía tan responsable de esas políticas como el ex presidente que lo desafía porque los dos quieren la misma candidatura.

Lawfare de Tribunal Constitucional & lawfare de la Justicia penal más ordinaria

El presidente, como las autoridades que antes buscaban deshacerse del sindicalista Morales, dispone de los privilegios de presidir la administración del Estado. Y de la complicidad presurosa de la Justicia. El mismo Tribunal Constitucional que había sentenciado que la cuarta postulación a la presidencia de Morales en 2019 se ha pronunciado este año para informar que la suya del pasado no había sido propiamente una sentencia, sino una opinión o declaración revocable, y sentenció, esta vez sí, que la Constitución inhibe una cuarta postulación a un ex presidente. No sólo la facción de Morales señala que esta es una interpretación restrictiva de la CPE de 2009. Se funda en el principio guía de entender que todo aquello que no está literalmente prescrito y autorizado en el texto constitucional no está permitido. Nada dice la CPE sobre una nueva postulación no consecutiva de un expresidente como candidato presidencial, entonces no está permitida. En 2009, el Tribunal estimaba que una cuarta postulación presidencial consecutiva era constitucional; hoy sentencia que ni siquiera una no consecutiva lo sería.

Aparentemente, en el entorno de Arce verían como expedientes drásticos pero tranquilizadores para su campaña lisa y triunfante una cancelación profiláctica de las condiciones mismas de la rivalidad de Morales como candidato presidencial alternativo en 2025. Si no fuera suficiente o no llegara a entrar en vigor a tiempo, demorada por apelaciones judiciales, la nulidad declarada de antemano por el Tribunal Constitucional para toda inscripción del tres veces presidente como aspirante a un cuarto período, acaso podría inhibirse o suspenderse el ejercicio de los derechos políticos de Morales bajo la imputación de delitos penales.

Las acusaciones de delitos del derecho penal común entre ministros del Gabinete y Evo Morales se multiplicaron y ahondaron. El ex presidente fue acusado de mantener relaciones sexuales con menores y aun de convivir casi in statu maritalis con adolescentes.

Nada interesa más al público que tu vida privada (a la hora de las urnas)

La acusación de abuso de menores entreverada con violencia de género es gravísima, como el crimen, de demostrarse. No es la primera vez que una acusación de violencia de género contra Morales se coloca en el centro de la conversación pública boliviana. En la consulta popular del 21 de febrero de 2016, que precisamente preguntaba al electorado su opinión sobre convocar una asamblea constituyente que pudiera desambiguar el texto de la CPE y poner por escrito si la repostulación indefinida estaba permitida o prohibida, en los medios, en las redes y en la sociedad el tema hegemónico era el proceso judicial en curso contra Morales por la ex funcionaria Gabriela Zapata que lo acusaba de haberla maltratado, preñado, y abandonado con un hijo que no reconoció. Finalmente, Zapata fue condenada por falsa denuncia -el hijo no existía-, pero el 21-F Bolivia dijo NO en lo que fue también un plebiscito sobre la vida privada del presidente.

Antes del balotaje presidencial brasileño de octubre de 2022, las campañas de los rivales Lula y Bolsonaro multiplicaron y ahondaron las acusaciones de pedofilia contra uno y otro candidato. Declaraciones de refugiadas venezolanas menores de edad presuntamente acosadas por Bolsonaro en sus paseos en moto por los suburbios de Brasilia vs. fotos de Lula presuntamente besando en la boca a niñas. Morales acusa de tráfico de cocaína y de adicción a la droga al ministro de Gobierno arcista. La acusación moral de drogadicción se imbrica con las de tráfico de drogas. El ministro desafía al ex presidente a hacerse un test el mismo día en la misma clínica. La Justica ordinaria exhibe su predisposición para abrir investigaciones y causas penales contra Evo (asistir al test puede ser caer en una emboscada donde un fiscal lo detenga, blandiendo un fresco encausamiento). Es la misma Justicia, con el mismo personal, que persiguió a Evo y a sus funcionarios en 2019 y 2020, después del Golpe, cuando la presidenta, que había vuelto al Palacio Quemado como rechazo a la Casa del Pueblo, era Áñez.

¿Así en el Ande como en el Plata?

Si colocamos entre paréntesis cuanto de color local podamos encontrar en el Ande si lo miramos desde el Plata, la pendencia entre Morales y Lucho tiene varios signos en común con la que enfrenta a la dos veces presidenta y una vez vice presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner con su ex ministro de Economía y gobernador de la provincia de Buenos Aires Axel Kicillof por la candidatura a la jefatura nacional del Partido Justicialista (PJ). Entre una y otro la comunión ideológica -el descrédito del neoliberalismo, la defensa de los valores igualitarios, la identificación con los sectores menos favorecidos, la fe en la coordinación y papel rector del Estado en la economía- encandila. El segundo le debe su carrera política a la primera, pero la primera no ocupa ningún cargo político efectivo mientras que el segundo gobierna la provincia de Buenos Aires, asiento de la demografía electoral fiel al kirchnerismo. Sobre, o contra, CFK avanza el proceso judicial por la obra pública en Santa Cruz que, de volverse definitiva en la Corte Suprema la sentencia firme ratificada en Casación, no sólo la condena a seis años de cárcel sino que, pena más relevante aquí, la inhabilitaría de por vida a desempeñar cargos políticos.

En todas las marchas que encabezó Morales de protesta contra Arce, las demandas son el precio de la gasolina, la carestía de la vida, la depreciación de la moneda y la falta de dólares (el dólar, que valió 6,9 pesos bolivianos durante las presidencias bolivianas, cuesta hoy 10 o más si se encuentra el billete en el mercado paralelo, y hay una suerte de cepo para la compra al precio oficial que ronda los 7), los incendios forestales en el Amazonas (aunque las llamadas ‘leyes incendiarias’ que permiten la ‘limpieza’ de terrenos por el fuego para abrirlos a la agriculturas llevan estampadas en su promulgación las firmas de Evo y de Lucho). Todas esas marchas piden dos disposiciones del Gobierno manifiestas y urgentes en en los reclamos como silentes y discretas en la verbalización de estos: la habilitación de la candidatura de Evo para las elecciones presidenciales de 2025 y la dimisión de los ministros más rabiosamente anti-evistas.  

Evo & Lucho & Cristina & Axel

¿Pueden entenderse Evo y Lucho (Cristina y Axel)? Ni el MAS ni el PJ tienen una acendrada costumbre ni ninguna inclinación temperamental a dirimir sus jefaturas por internas. Una candidatura de unión o su equivalente significaría en la práctica que una de las dos precandidaturas cede y admite una subordinación actual a cuenta de promociones futuras.

Por detrás de lo que dicen y no dicen ostensiblemente en público, Arce y Morales escrutan el horizonte y sopesan las opciones, porque necesitan hallar alguna viable, de posibles terrenos neutrales donde reunirse y discutir. En su última marcha, Evo llegó hasta las puertas de La Paz, figurativamente: se detuvo a la altura de la fábrica de la Cervecería Nacional (la cerveza boliviana, confeccionada con agua de deshielo de los Andes, es de calidad internacional competitiva). Se retiró de las columnas ante de la desmovilización masiva (entra y sale a lo largo de todas las manifestaciones, precaución para eludir un arresto sorpresivo).

Hay una reiterada discrepancia sobre el número de marchistas que cada vez convoca Evo. Para los medios, abrumadoramente arcistas, Morales exagera sobre los centenares de miles que contó en esta última y mayor marcha de la última semana de septiembre. El hecho de que las marchas, por prudencia, no desfilen por los centros urbanos auxilia a la polémica y a la indefinición. En todo caso, disueltas las masas, renunció Iván Lima, ministro de Justicia, y uno de los más rencorosos e irascibles con Morales en el Gabinete de Arce.

¿Qué conocemos ya de un desenlace que desconocemos por completo?

El electorado boliviano no movilizado o menos politizado -aun el masista-, sigue las noticias con reacciones que aúnan la irritación y la resignación. La rentabilidad del desgaste para la oposición antimasista es baja y sin signos de crecimiento promisorios. En Manfred ‘Bombón’ Reyes Villa, ex militar, empresario, ex candidato presidencial dos veces derrotado, actual alcalde de Cochabamba, septuagenario en 2025, ve la derecha una de sus opciones más favorables. Encausado durante el gobierno de Morales, 'Bombón' se alejó de Bolivia y del proceso, para regresar en 2020 al amparo del gobierno golpista. El dirigente cívico y terrateniente cruceño Branko Marinkovic, también blanqueado en su situación procesal durante la presidencia Áñez, aspira a hacer política nacional. La alcaldesa de El Alto, la ex presidenta masista del Senado en tiempos de Áñez, busca proyección nacional en alianza con la derecha local del Oriente camba.

Según Álvaro García Linera, la fatiga extenuante y la presión continua de la competencia entre Evo y Lucho por el favor de las que básicamente son las mismas fuerzas vivas (el clivaje está entre los más favorecidos por su cercanía al gobierno –son más arcistas- y los menos beneficiados –más evistas-) sólo favorece a la derecha. Del desenlace de esta disputa sólo parece segura una cosa: que Evo no renunciará sin más y de por sí a una aspiración que juzga sola reparación justa y necesaria a su derrocamiento.    

AGB

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