Una catástrofe inventada
Lo que más me llamó la atención de la serie Envidiosa fue que uno de los anzuelos para atraer público (adrede o no) haya sido el relato de que la historia (su protagonista) estaba inspirada en una amiga de la autora y que las situaciones que vivía (en la ficción) fueron parte de su vida real.
De hecho, en las entrevistas que les hicieron a parte del elenco y a la misma autora les preguntaban si eso era así, si era verdad y cuánto había de esa amiga y cuánto no. En las redes sociales circularon posts contando detalles de la relación que la autora había tenido con la supuesta musa inspiradora y por qué se habían peleado en la época en que X se llamaba Twitter, el clima era menos violento y no existían los trolls.
Ese primer contexto invitó a miles de espectadores a corroborar si era tan así o no, aunque después se haya convertido en el fenómeno en el que se convirtió por otras muchas razones. En primera instancia reinó la pregunta: “¿A ver qué onda?”
¿Por qué nos causa tanto morbo ver escenas de ficción donde pasa algo “de verdad” o saber que la historia que consumimos está “basada en hechos reales”?
En una entrevista reciente el Indio Solari decía, en alusión a sus canciones: “¿A quién carajo le importa lo que le pasó a la hija del fletero? ¿a quién le importa? Yo hago música no para que entiendan las boludeces que digo yo, sino para que imaginen. Mi obligación es hacer una incógnita, un puzzle, alguna cosa que te atraiga para vos imaginar. Yo quiero que la gente imagine, no que se entere qué me pasó a mí con la piba del Blockbuster”. Creo que esa es una gran definición del arte, o una respuesta a la pregunta por la verdad.
En Manual de supervivencia, un libro de entrevistas a Werner Herzog, él asegura que el libro Conquista de lo inútil, donde condensa la experiencia de rodaje de la película Fitzcarraldo, no es simplemente un diario de rodaje, sino que es un libro de catástrofes inventadas. No sólo se refiere a las catástrofes ficticias que vive el protagonista en la película sino también a las que ocurrieron previamente y durante el rodaje: dos accidentes de avión, una guerra fronteriza entre Perú y Ecuador, el ataque al campamento que habían construido para 1.100 personas y que fue totalmente quemado, la pérdida del actor principal y el reemplazo por Klaus Kinski. ¿Esas catástrofes (inventadas o no) hicieron que Fitzcarraldo se transformara en Fitzcarraldo?
Últimamente me cuesta ver series de ficción. Me estoy inclinando más por ese nuevo género que se llama “docuseries”, que hasta tiene segmento propio en las plataformas. Hace un tiempo vi uno que creo que le dio una vuelta espectacular al típico documental que siempre vemos. El título original es “Casting JonBenet” y en español lo tradujeron como “Quién es JonBenet”. Es el caso del homicidio de una nena estadounidense a mediados de los ´90 dentro de su casa familiar. Esa niña rubia de ojos claros vestida con una malla brillante como concursante de reina de belleza infantil. El caso nunca se resolvió y las sospechas cayeron sobre la familia.
La premisa en este documental es hacer una ficción sobre el caso y para eso toman castings a actores y actrices aficionados en el mismo lugar del hecho, la ciudad de Boulder, en Colorado. Desfilan ante la cámara hombres de más de 50 años de diferentes physique du rol para interpretar al padre, mujeres más o menos de la misma edad para interpretar a la madre, niños de entre seis y diez años para interpretar al hermano y niñas para interpretar a la protagonista. También otros actores para suplir roles secundarios como oficiales de policía, agentes, periodistas.
Lo maravilloso de esta serie es que la mayoría de los castineados viven ahí y por lo tanto recuerdan perfectamente el caso y cuentan dónde estaban y qué hacían en el momento exacto cuando transcurrió el hecho. No sólo eso, sino que dan su opinión, cuentan su experiencia (una exmaestra dice que un alumno suyo era compañero de JonBenet, otra dice que siempre pasaba por la puerta de la casa familiar, otro que le vendía electrodomésticos al padre) y su juicio sobre qué pudo haber pasado en el momento del homicidio y sobre todo quién pudo haber sido. Entonces lo que era un caso policial, se convierte en una docuserie que reconstruye de manera polifónica el hecho, mezclando la ficción con la realidad y donde ya no nos importa tanto qué fue lo que realmente pasó, esclarecer el homicidio en casa de los Ramsey, sino que la familia pasa a ser una excusa para conocer a nuestros verdaderos protagonistas: actores y actrices aficionados con sueños frustrados, deseosos, esperanzados de que su vida cambie.
Porque, claro, el tema no es lo que consumís, el tema es qué hacés con eso que consumís. Cómo lo transformás, pero lo más importante: en qué lo transformas.
Una vez le preguntaron a Fabián Casas qué leía y él dijo “Yo leo todo, todo, desde los clásicos hasta lo que se considera literatura de mierda, porque con la mierda se produce el combustible”.
GH/DTC
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