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Panorama político

Kicillof bajo fuego: oportunidades, riesgos y silencios para pelear por un liderazgo vacante

Axel Kicillof toma mate.
4 de agosto de 2024 00:15 h

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El miércoles pasado, Jorge Macri intentó alterar Twitter de un modo rústico. El asesinato de un policía de la Ciudad en Lomas de Zamora abrió la puerta para que el jefe de Gobierno de la capital informara que once efectivos de la fuerza porteña habían sido ultimados en territorio provincial en los últimos cuatro años. “¿Cuántos más tienen que morir para que el gobernador haga su trabajo?”, preguntó.

Hasta hace no tanto, fuera de períodos electorales, el vandalismo retórico de ese tipo de un gobernador hacia otro no era moneda corriente.

El posteo no generó una réplica del aludido ni repercusión siquiera en el entorno del gobernante porteño. A esa hora, Kicillof lidiaba con un frente más estridente por la elección de YPF de desarrollar la planta de licuefacción de gas en el puerto a construir en Punta Colorada, en Río Negro, y no en el ya existente en Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires, como estaba previsto.

La opción por Río Negro obedeció, según Javier Milei, a que Kicillof es un “enano comunista” y un “expropiador serial” que espanta inversiones. Que la preferencia por Río Negro haya corrido a cargo de la empresa estatal de petróleo cuyo titular fue designado por el Presidente es un detalle menor.  

El origen político de Alberto Weretilneck lo ubica en Cipolletti en la década de 1990 como parte del Frente Grande, cuando esa fuerza de centroizquierda fundada por Carlos “Chacho” Álvarez comenzó a gobernar la ciudad rionegrina por 16 años. Ese antecedente no fue óbice para que el hoy gobernador de Río Negro enterrara cierta fricción con Milei de los primeros meses del año para alabarlo por su “liderazgo crucial” y se plegara a la ofensiva macartista contra Kicillof, por su “dogmatismo”.

Los gobernadores defienden con tanto frenesí los beneficios impositivos y las licencias ambientales para las empresas extractivistas, que se difumina la frontera entre los intereses del Estado provincial y el mundo privado

Weretilneck encolumnó detrás de su cruzada a los gobernadores de Neuquén, Rolando Figueroa (disidente del Movimiento Popular Neuquino); Chubut, Ignacio Torres (PRO); y Santa Cruz, Claudio Vidal (sindicalista petrolero antikirchnerista).

Una característica se naturalizó entre gobernadores de provincias con recursos naturales extraíbles, sin diferencias de signo político. Los mandatarios defienden con tanto frenesí los beneficios impositivos y las licencias ambientales para las empresas extractivistas, que se difumina la frontera entre los intereses del Estado provincial y el mundo privado. Ello hace un efecto de pinzas sobre una prensa que depende de ambas pautas publicitarias.

RIGI riguroso

En aras de los presuntos beneficios por venir en provincias con un entramado económico sin muchas variantes, los gobernadores no dudaron un segundo en adherir a un régimen de incentivo de grandes inversiones como el RIGI elaborado por el Gobierno ultraderechista, que otorgó a las empresas el privilegio de no tener que liquidar dólares en Argentina e inéditas rebajas de impuestos. Las prerrogativas fueron mucho más allá de lo que las propias compañías mineras y de gas y petróleo exigían, según la versión unánime de los involucrados.

Además de mover montañas, los inversores logran conversiones asombrosas, como la del catamarqueño Raúl Jalil, que pasó del peronismo clásico al mileísmo sumiso en cuestión de semanas.

El capítulo de la planta de GNL de YPF encierra inconvenientes.

La compulsión izquierdofóbica de Milei no ayudó a que la asepsia pretendida sonara creíble

YPF debe explicar por qué eligió un destino en el que además de la planta en sí misma, cuyo costo estimado es US$ 10.000 millones, debe desarrollar rutas, instalaciones y logística que hoy no existen en Punta Colorada y tienen un desarrollo considerable en Bahía Blanca. Fuentes calificadas que conocen el proyecto al detalle y no tienen ninguna relación con Kicillof indicaron a la agencia estadounidense REDD Intelligence que el costo adicional del emprendimiento en la costa de Río Negro conlleva un piso de US$500 millones. Esa cifra es desmentida en el entorno de la empresa que preside Horacio Marín. Por el contrario, en la petrolera de mayoría estatal ponen el foco en que los terrenos de Bahía Blanca son más caros y más disputados por otras industrias, y que las aguas en el rionegrino Golfo de San Matías son más profundas, ergo, más convenientes para la operación de GNL a gran escala, indicó la misma agencia especializada en finanzas.

De allí que YPF se precipitara en los últimos días a acentuar que la opción por Río Negro obedeció a razones estrictamente técnicas y citara informes de consultores, que al parecer llegaron antes de lo esperado. Es probable que todo obedeciera a rigurosos cálculos económicos, pero la compulsión izquierdofóbica de Milei no ayudó a que la asepsia pretendida sonara creíble.

El Presidente volcó sus insultos contra Kicillof y anticipó que el proyecto de GNL sería radicado en Río Negro cuando logró ser entrevistado por Alejandro Fantino en el streaming Neura, semanas atrás. A los días, Weretilneck hizo lo propio, en el mismo espacio.

Días antes, Marín, un exejecutivo de Tecpetrol (Grupo Techint) designado por Milei al frente de YPF, había emplazado a Kicillof. “Obviamente tienen que adherir al RIGI. Si no adhieren al RIGI ya se terminó la discusión. Si no adhiere la Provincia no hay que discutir nada, irá a la provincia que adhiera al RIGI. Es obvio, ¿quién va a poner la plata si no?”, dijo el presidente y CEO de empresa.

Otra coincidencia unánime de las fuentes es que el papel de los impuestos provinciales en un proyecto de esta naturaleza es marginal. Lo central, para las empresas, es la rebaja de Ganancias e IVA, la eliminación de retenciones y la libre disponibilidad de dólares, y todo ello está garantizado en el RIGI nacional.

En ese punto, Marín también debió retroceder para que su decisión no fuera interpretada como política antes que “técnica”. En la comunicación formal de la opción por Río Negro, la empresa aclaró que las ventajas sobre Bahía Blanca no tenían relación con asuntos impositivos locales. Según lo escrito, la adhesión provincial al RIGI nacional —que Río Negro concretó y Buenos Aires, no— resultó irrelevante.

Aguijón de La Cámpora

Además de los ataques externos, en el entorno de Kicillof anotan fuego amigo.

El Frente Renovador de Sergio Massa vio la oportunidad para deslizar que, si lo hubieran dejado, habría corregido la que observan como impericia de Kicillof. El juego de la supuesta expertise de Massa es un clásico permanente de la política argentina, como cuando llegó al Ministerio de Economía en 2022 y anunció que ya tenía atados los repos que garantizarían calma para afrontar los vencimientos financieros. No ocurrió.

El dardo interno que más dio que hablar fue el del intendente de Bahía Blanca, Federico Susbielles, un hombre al que señalan con terminal en el diputado provincial Facundo Tignanelli, uno de los principales eslabones del hilo de conducción de Máximo Kirchner.

Que esa movida extraña haya provenido de La Cámpora, organización que bloqueó los proyectos de beneficios para grandes inversiones en Vaca Muerta durante los cuatro años de Alberto Fernández, resulta reveladora del estado de situación

“Susbielles boqueó”, indicó un hombre del peronismo bonaerense.

A contramano de Kicillof, el intendente de Bahía Blanca, quien ganó la elección en una ciudad especialmente conservadora con sólo 33% de los votos, gracias a la división del voto de derecha entre La Libertad Avanza y Juntos por el Cambio, reclamó por la suscripción provincial del RIGI nacional y sobreactuó al punto de impulsar la adhesión municipal, tan simbólica como inútil. Que esa movida extraña haya provenido de La Cámpora, organización que bloqueó los proyectos de beneficios para grandes inversiones en Vaca Muerta durante los cuatro años de Alberto Fernández, resulta reveladora del estado de situación.

Perfil en construcción

El hecho de ser apuntado como blanco predilecto de Milei y sus aliados suma para el objetivo de Kicillof de incursionar con otra música en el campo peronista y ser candidato a presidente en 2027. La ofensiva pone al gobernador bonaerense en el centro del escenario y le permite contrastar resultados de su experiencia bonaerense con un proyecto ultra que, en lo que demostró hasta ahora, disparó una recesión con síntomas de depresión, recortó presupuestos y derechos esenciales y no atina a siquiera acercarse a resolver el problema de la falta de dólares en el Banco Central y la consecuente volatilidad económica.

A la hora de buscar votos, Milei, Mauricio Macri y el resto de las facciones del oficialismo y aledaños deberán pescar en la misma pecera. El espacio para marcas y submarcas mileístas puras, del PRO, de la UCR y de conversos peronistas es limitado.

Del otro lado, el peronismo y la izquierda que se acercó a los Kirchner en su momento se encuentran sumidos en una crisis de liderazgo, relato y espíritu. El papel del pero-kirchnerismo en el largo declive económico y el ocaso de Cristina Fernández dejan una estela que envuelve a todo el espacio.

A la hora de buscar votos, Milei, Mauricio Macri y el resto de las facciones del oficialismo y aledaños deberán pescar en la misma pecera

Aunque la provincia de Buenos Aires es siempre una silla complicada para proyectar presidenciables, Kicillof tiene en su haber dos victorias por márgenes superiores a lo esperado para gobernar el territorio en que viven 37% de los argentinos, la administración del correspondiente presupuesto y el acoso de Milei y los suyos, que alimenta el papel de víctima.

Una de las cuestas que Kicillof debe remontar es el crecimiento de una corriente de opinión en las provincias contraria a las decisiones de los votantes del conurbano bonaerense, palpable en varias de las últimas elecciones. En los municipios que rodean la Capital Federal radica su principal activo electoral, pero también, un limitante se peso.

El argumento contra “el centralismo porteño” cotiza alto en el resto del país, pero a la hora de las urnas, parece limar más a peronistas que a conservadores o “antipopulistas”.

Los 'pituquitos de Recoleta' que señalara el gobernador Martín Llaryora no parecen muy preocupados, pero el cordobesismo se ratifica una y otra vez como el aliado fiel de las andanzas libertarias

“La Docta” —como descubrió Milei que le dicen a Córdoba— es epicentro del furor antiporteñista. La paradoja es que ese furor se canalizó en ventajas abismales en 2015 y 2023 a favor de dos porteños de pura cepa, Milei y Macri, aunque distinta raigambre.

Los meses que lleva el ultra en la Casa Rosada aplastaron la obra pública en las provincias y dispararon una caída abismal de la coparticipación de impuestos y las transferencias no automáticas. Los “pituquitos de Recoleta” que señalara el gobernador Martín Llaryora no parecen muy preocupados, pero el cordobesismo se ratifica una y otra vez como el aliado fiel de las andanzas libertarias. La siempre ilusoria proyección de esa identidad cordobesa podría complicarse.

El protectorado se agotó

El camino de Kicillof hacia un liderazgo nacional está acechado de desafíos. Debe nadar contra una corriente aparentemente mayoritaria que dio por agotada la promesa de un “Estado presente”, al menos, tal como la ejecutaron Gobiernos de los que Kicillof formó parte. Las urnas indicaron que muchos no percibían esa proclama como una realidad dentro de su hogar ni veían allí un modelo sustentable.

Las clases magistrales, las entrevistas siempre cordiales y los estiletazos de Cristina en Twitter causan cada vez menos efectos, no sólo en la escena nacional, sino puertas adentro del peronismo

Al tiempo que, en una decisión que ratifica capacidad para observar el escenario, Kicillof se plantó como opositor férreo a los hermanos Milei, enfrenta la dificultad de construir una identidad que lo separe de la dependencia de los Kirchner que lo llevó al sillón de Dardo Rocha.

La traumática experiencia del Frente de Todos no parece haber dejado indemne a ninguno de sus protagonistas, en especial, a su líder. Pese a sus innegables dotes retóricas, ratificadas ayer por la tarde en México, las clases magistrales, las entrevistas siempre cordiales y los estiletazos de Cristina en Twitter causan cada vez menos efectos, no sólo en la escena nacional, sino puertas adentro del peronismo.

Con la excepción de la constitución del Frente de Todos en 2019, las marcas del peronismo cristinista perdieron las elecciones nacionales desde 2013. La preferencia de los Kirchner por ciertos conversos impresentables es un tópico que recorre las provincias. Basta recordar que Cristina y Máximo pretendieron encumbrar al sórdido exintendente de Lomas de Zamora Martín Insaurralde en la provincia de Buenos Aires, y todavía no terminan de bajarle el pulgar.

Kicillof debe construir una identidad. Carlos Bianco, ministro de Gobierno y alter ego del gobernador, define el proyecto como peronista de izquierda, con la amplitud suficiente para liderar a todo el espacio.

Esa definición causa fobia en peronistas de derecha pura y dura como Miguel Ángel Pichetto, Guillermo Moreno y ciertos gobernadores. La propia Cristina declaró hace poco una extravagancia: las categorías de izquierda y derecha son imposiciones coloniales. Un aliado táctico de Kicillof, Andrés “Cuervo” Larroque, punta de lanza en el choque con Máximo Kirchner, también desdeña clasificaciones de ese tipo, y prefiere hablar de “economía peronista”.

Demasiados silencios

Esta semana, Kicillof fue preguntado por la situación en Venezuela. Su respuesta cayó en frases hechas sobre la no injerencia, como “que lo resuelvan los venezolanos y en paz”.

La reflexión anodina quedó rezagada ante líderes de la izquierda del continente que ponen mucho más en juego que el gobernador bonaerense. Gustavo Petro, Luiz Inácio Lula da Silva y Andrés Manuel López Obrador abogaron por “la paz”, pero no se privaron de demandar un escrutinio transparente, en tono crecientemente enfático. Avanzada la semana, Kicillof fue repreguntado sobre el tema y adhirió escuetamente a la postura de los presidentes de Brasil, Colombia y México, a la que terminaría adhiriendo Cristina.

No es la primera vez que Kicillof pisa el freno para no disgustar a aliados. Son varios los kirchneristas y camporistas que se enredan en explicaciones antidemocráticas para justificar la vulneración del resultado electoral por el pasado —y en algún caso, presente— golpista de la oposición venezolana, como si una cosa justificara la otra. La propia Cristina se ocupó ayer desde México de poner el acento en lo obvio: la adhesión a las reglas de la democracia va más allá de las simpatías políticas.

Kicillof tendría motivos pragmáticos y urgentes para denunciar indicios de fraude y la violación de los derechos humanos elementales en un país como Venezuela, no como lo hacen Macri, Milei o Bullrich, sino el chileno Gabriel Boric o el propio Petro

Ante la violencia institucional de la Policía Bonaerense y los sospechosos ahorcamientos en las cárceles revelados por la unidad de investigación de este diario, la voz cantante corre a cargo del manodurista Sergio Berni, y el gobernador calla. Sobre la reinstauración de un impuesto progresivo como Ganancias, que pagan los sectores más acomodados en beneficio de los pobres, nada para decir; ergo, prevalece Massa, responsable de la decisión absurda y electoralista de eliminarlo. Si el aliado circunstancial intendente de La Matanza Fernando Espinoza es procesado por supuesto abuso sexual, “hay que dejar actuar a la Justicia” y nada más, porque subyace en el mundo Kicillof la sospecha de que se trata de una operación. Sobre la masacre de Israel en Gaza, ni una palabra, queda lejos. Demasiados silencios.

En cuanto a Venezuela, además de principios elementales sobre la limpieza de la elección y la detención de 1.200 opositores en pocas horas, Kicillof enfrenta el riesgo de dejar expuesto un doble estándar. Si la derecha racista boliviana accede al Gobierno mediante un golpe de Estado, o Dilma Rousseff es destituida por una camarilla corrupta, pese a que respete las formas establecidas en la Constitución de Brasil, Kicillof no duda en denunciar la vulneración de la voluntad popular. Si quien arrasa con la democracia es Maduro, el gobernador, al bajar el tono, deja otro espacio vacío.

Kicillof tendría motivos pragmáticos y urgentes para denunciar indicios de fraude y la violación de los derechos humanos elementales en un país como Venezuela, no como lo hacen Macri, Milei o Bullrich, sino el chileno Gabriel Boric o el propio Petro, que pidió a Maduro que “recuerde el espíritu de (Hugo) Chávez”. El fundador de la Revolución Bolivariana ganaba elecciones en las urnas, también recordó Cristina desde México.

La violencia que explicita Milei incluye desprecio por el Congreso y la democracia como sistema. No son sólo palabras. En las protestas durante los primeros ocho meses de los hermanos en Casa Rosada, decenas de manifestantes fueron detenidos arbitrariamente y algunos de ellos perdieron un ojo por balas de goma. Allí está la peligrosa Patricia Bullrich queriendo imponer prácticas propias de un estado de sitio, como la libertad de detener manifestantes y dar vía libre al gatillo fácil, o patrullar ilegalmente las redes sociales, todo conjugado con el regreso del Ejército a los asuntos internos. Victoria Villarruel podría acercar conexiones amenazantes de otra índole.  

Por ahora, el acecho a la vida democrática de los Milei y Bullrich es tentativa o episódica, mientras que en Venezuela, el Informe del Alto Comisionado de Derechos Humanos de Naciones Unidas, múltiples voces progresistas y cinco millones de exiliados describen una realidad aberrante y sistémica.

¿Quién podría asegurar que, en un tiempo, cuando la supuesta adhesión de la mitad de la población al Gobierno ultraderechista decline, la oposición argentina no se vea necesitada de apelar a la solidaridad de los progresistas latinoamericanos para sostener la democracia?

SL/DTC

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