Una guía para sobrevivir a padres infernales y un catálogo de mujeres que vuelan
Lo van a leer por estos días en algunos medios, pero desde Mil Lianas hacemos periodismo de anticipación (¡fah!): el lunes 18 de enero, es decir, el tercer lunes de este 2021, es considerado como “el día más triste del año” porque tiene lugar un fenómeno llamado Blue Monday, según esos expertos inviables que elaboran estudios para universidades todavía más inviables, pero con nombres por lo general simpáticos.
Se supone que ese día, una vez pasadas las fiestas y el ímpetu que trae eso de abandonar un año para arrancar otro, para muchos llega el golpe de realidad: ya no hay sobras ni turrones navideños que atacar, varios terminaron sus días de feriados y vuelven a las obligaciones, se diluyó el fervor de hacer promesas y de pensar que esta vez sí, sí, sí.
Sugestión o sentimiento de cargar en las espaldas el gran lunes del año, pensamiento mágico o no, las lianas mentales se hacen más necesarias que nunca para distraernos en algo que no sea esa sensación de culpa azulada.
Sin más preludio, y como todas las semanas, van entonces algunas opciones por acá.
1. Tiger. Como meterse a espiar a alguien que arma un robot, ubica cada pieza, hace pruebas, obliga a su creación a repetir movimientos, inventa otras máquinas para que la suya –la principal, la perfección sobre la Tierra– sea más y más efectiva hasta convertirse en imbatible. Esa es la impresión que deja, desde los primeros minutos, el documental Tiger, que a partir del 19 de enero se podrá ver, en dos partes, por HBO.
Ese ser mecánico no es ni más ni menos que el golfista Tiger Woods, uno de los más importantes de todos los tiempos, y el hombre detrás del plan es su padre Earl, un militar retirado que desde los ¡10 meses de vida! de su hijo lo entrena para que sea algo más que una estrella mundial del deporte (“Él va a trascender este juego y darle al mundo un humanitarismo nunca antes conocido”, profetiza el hombre, cuando Tiger todavía era amateur).
Con imágenes de archivo impactantes –se ve a un Tiger niño darle duro a un palo de golf con apenas dos años y uno adolescente practicando una suerte de ejercicio de concentración extrema–, testimonios de personas cercanas como su caddie histórico Steve Williams o una ex novia de la juventud y las mejores jugadas de un deportista sofisticado en una disciplina hasta entonces pensada desde las élites blancas, en la primera parte del documental se muestra el crecimiento de Woods, los récords que bate, la presión a la que es sometido y también sus propios límites a la hora de tener que ponerse el traje de figura pública.
Un golfista que habla poco (de hecho aprende a jugar al golf antes de saber articular sus primeras palabras), y lo hace casi como pidiendo permiso.
El cierre de la primera entrega, con la aparición de un personaje que protagonizó junto con Tiger uno de los mayores escándalos de su vida, promete desarmar un poco esa imagen, dar cuenta de una caída para luego abrir paso a una reconstrucción.
Las dos partes del documental Tiger se estrenarán el martes 19 de enero a las 20:00 y 22:00hs por HBO y la plataforma HBO GO.
2. Un paréntesis (o un par de lianas más). Earl Woods me hizo acordar bastante a la figura del padre de Andre Agassi, que el propio tenista describió magistralmente junto al periodista J. R. Moehringer en su libro de memorias Open (a por él si no lo leyeron, es uno de los mejores de no ficción de todos los tiempos, adictivo, conmovedor y profundísimo).
Sobre todo porque muestra esa obsesión de un padre por detectar un talento en su hijo hasta fabricar una máquina perfecta y trascendental; por esa obediencia ante una figura cercana y temible de un hijo que no puede más que hacerse cargo de esa herencia intangible (la expectativa paterna clavada en la espalda: Agassi está tirado de dolor desde las primeras páginas del libro), tan pesada como inevitable.
Algo de eso, aunque casi llegando al borde de la parodia y en el rubro de la música, también se puede ver en la biopic Luis Miguel, la serie, con producción del propio cantante para Netflix.
Cuando se estrenó la serie en 2018 conocimos al aterrador Luisito Rey, sus ambiciones y sus trucos para impulsar la carrera de su primogénito Luis Miguel hasta convertirlo, nada más y nada menos, que en el Sol de México, un astro de la canción romántica en español y uno de los artistas más populares de la música.
Vale la pena el repaso o mirar la serie por primera vez antes de que llegue a la plataforma la segunda temporada, que fue postergada por la pandemia y podría estrenarse durante 2021. Además, sirve para comprobar que pese a esa presión paterna extrema, es posible sobrevivir a ese infierno –cualquiera de estos tres ejemplos podría perfectamente escribir una guía al respecto– y hacer algo a partir de eso.
En la vereda de enfrente, una especie de contraparte de esos progenitores agobiantes –un tema que habrán notado que me obsesiona– es el padre del tenista argentino Guillermo Vilas.
En el documental Vilas: Serás lo que debas ser o no serás nada, que se estrenó también por Netflix el año pasado (para anotar si se les pasó), se da cuenta de un papá alejado de la decisión de su hijo y casi en contra. Un hombre que lo fue a ver a la cancha en pocas ocasiones porque esa situación lo hacía sufrir.
Sin embargo, fue propio el padre quien le inculcó al tenista algo que él repite en el largometraje: “Las pasiones te van a llevar lejos, las cosas tibias te hacen mal”. Vilas hizo de su palabra una forma de vida, un “en el nombre del padre” ad hoc, que lo llevó a la gloria.
Así que ese deber ser del título del documental, en todo caso, tuvo en el caso del tenista mucho de ir contra la expectativa y algo de ese espíritu recorre la película, que también es el rescate de un hombre-póster, de uno de los deportistas más importantes de todos los tiempos, un tipo al que hasta la actualidad las autoridades del tenis mundial le deben el reconocimiento que supo ganarse.
Un deseo: cuando se haga la serie de Messi (tarde o temprano llegará) quiero ver cómo se resuelve la figura de su padre Jorge, siempre envuelto en investigaciones por distintos fraudes fiscales y siempre bastante elusivo. (Ya que estamos: si alguno de ustedes tiene anotados padres infernales de películas, series o libros, me los puede mandar por mail, así engordo mi colección).
3. Mujeres voladoras. La escritora ecuatoriana Mónica Ojeda se encargó de encontrarle un hilo conductor a los relatos que integran último libro de cuentos, Las voladoras (Páginas de Espuma, 2020).
En más de una entrevista la autora, señalada como una de las escritoras jóvenes más destacadas de Latinoamérica, habla del “gótico andino” – “un concepto que se ha manejado sobre todo de forma oral”, aclara– para referirse a los cuentos que integran un libro atrapante y a la vez novedoso por sus paisajes y sus formas.
Más allá de los rótulos, lo que se destaca es una diversidad de historias que tienen lugar entre la montaña y las personas que viven aisladas en pueblos remotos; entre personajes mitológicos y tragedias urgentes que se inscriben en los cuerpos de las mujeres.
Hay violencia, tabúes, sexo, femicidio, sangre y, sobre todo, deseo, en ocho cuentos vertiginosos como una caída desde las alturas. Pero no se trata únicamente de derrumbes, ni de roles pasivos. Justamente, lo interesante de Las voladoras es que muestra cómo algunos horrores se enlazan con cierta idea de lo poético, lo que lleva muchas veces a las protagonistas a flotar hasta levantar vuelo.
4. Los llanos. Ya hablamos de su proyecto editorial Cuentos María Susana en la primera entrega de Mil Lianas. Por acá, en uno de los podcasts de elDiarioAR, Tamara Tenenbaum y Malena Rey comentaron su trabajo y ahora volvemos, en esta suerte de “elige tu propia intensidad” que suelen ser este tipo de espacios.
El escritor argentino Federico Falco publicó la novela Los llanos (Anagrama) a finales de 2020 y, por su potencia, es uno de los libros de los que, por suerte, se va a seguir hablando por mucho tiempo.
De hecho fue finalista del Premio Herralde de Novela y parece seguir un gran camino gracias a una prosa diáfana, llena de imágenes mínimas en las que el paisaje se va superponiendo con las palabras del narrador (¿qué fue primero, el lenguaje o cada uno de esos llanos? ¿el dolor o la forma en que se cuenta?), un escritor que decide irse a vivir una temporada al campo.
Lo notable de la escritura de esta novela es que con pocos elementos combina una minuciosidad alucinante para describir (pájaros, plantas, hierbas, olores y todo lo que ocurre en estos días de huerta y soledad, que obligan a seguir los ciclos de la naturaleza) con un combo de lecturas y citas sobre la tarea de la escritura. En el medio, un viaje al pasado familiar del narrador –en rigurosa y necesaria primera persona– y a ese presente que lo muestra atravesando un duelo por una relación amorosa que llegó a su fin.
Si se tentaron (¡espero que sí!), por estos días, Malena Rey entrevistó al autor en el ciclo de entrevistas con escritores que organiza el Malba y reúne desde que comenzó a las voces más interesantes de las letras contemporáneas. Hablan de Los llanos y también hacen un repaso por sus libros anteriores.
¡Hasta la próxima!
AL
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