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Entrevista

Claudio Katz, economista: “Los grupos dominantes sostienen a Milei porque esperan que destruya el movimiento popular”

El economista Claudio Katz

Diego Genoud

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Claudio Katz es economista e investigador del CONICET y profesor de la Universidad de Buenos Aires. Escribió varios libros, el último de ellos América Latina en la encrucijada global.

Analiza las particularidades de Javier Milei en relación a la derecha internacional, sostiene que el poder económico lo tolera porque cree que puede destruir al movimiento popular y disecciona los problemas del peronismo y de la izquierda para llegar al poder.

—Uno de los últimos artículos que escribiste habla de Milei y su protagonismo notable en lo que vendría a ser la constelación de la derecha global a nivel internacional. Y venimos de ver en las últimas horas un diálogo entre Trump y Musk en plena campaña en Estados Unidos, donde aparece Milei, lo menciona Trump. ¿Cuál es la importancia que le das? Porque al mismo tiempo decís: Milei navega a contramano en muchos sentidos a la derecha industrialista, llamémosle proteccionista, que vemos en el mundo desarrollado.

—Hay un perfil contradictorio de Milei. En primer lugar, no cabe duda que es parte de la oleada ultraderechista global. Tiene en común todos los rasgos principales de canalizar el descontento con la degradación social, con el hastío con el sistema político, de utilizar ese descontento como forma de presión sobre los grupos más vulnerables. En Estados Unidos, los inmigrantes, los precarizados. En Europa, los africanos, los árabes. Acá, los precarizados, los informales del movimiento piquetero.

Lo que tiene en común es el propósito estratégico de debilitar los sindicatos y destruir las organizaciones democráticas. Y yo te diría que en la definición a la cual yo adscribo de la ultraderecha Milei encaja bien. Para mí es autoritarismo reaccionario. Autoritarismo porque quiere liquidar todos los aspectos democráticos dentro del sistema político. En el caso de Milei, esta pulsión es evidente: todos los días da algún paso para reforzar el perfil autoritario del Estado. Los fondos de la SIDE están destinados explícitamente a eso. No solo espiar opositores, sino también garantizar el manejo de un sistema político bien desde el centro, limitando todo el resto de los poderes.

Y con la derecha mundial comparte ese autoritarismo manejado a través de los trolls. En eso Milei hace punta. Digamos que se ubica dentro de la estrategia que establecieron Cambridge Analytica y Trump. Ha logrado armar un equipo de libertarios que fijan la agenda y definen quién de los 50 funcionarios va a ser despedido antes que otro.

Lo defino como autoritarismo reaccionario porque tiene planteos de volver para atrás, hacia el ideal de la oligarquía de fin del siglo pasado. Estados Unidos quiere hacer grande a América. Milei, por su parte, quiere volver a una etapa donde la Argentina no despuntó nunca. Ahí se ve la diferencia. Y después comparte los rasgos generales de punitivismo: penalizar al pobre y permitir que el rico siga haciendo delitos de guante blanco, además de promover el antifeminismo.

Ahora Milei se subió al escándalo de Alberto Fernández simplemente para distraer y para modificar la agenda política. Su discurso, su actitud y su programa es de un antifeminismo absoluto y de un anticomunismo yo diría ya payasesco, porque para él son comunistas Petro o Lula. Y también me parece sobreactuada su adhesión a ese nacionalismo reaccionario que representa Victorial Villarruel. El perfil ese de volver a a los militares, a los desfiles, a la reivindiucación de los genocidas, que se lo deja más a ella.

Ahora, ¿cuáles serían los elementos que veo que lo distinguen? El fundamental es la cuestión económica. Primero, por una razón objetiva: es el único ultraderechista del mundo que enfrenta una crisis de estas características y que lo hace navegar en un margen muy chiquito. No es el escenario ni de Le Pen, ni de Meloni, ni de Trump, que enfrentan los problemas generales del capitalismo y no esta crisis tan aguda. Y en esta crisis tan aguda su perfil es ultraliberal. Y ese perfil ultraliberal yo lo veo a destiempo: no estamos ya en la época de la globalización de Thatcher, de Reagan. Trump no viene con postulados de este tipo: su idea es intervenir en la economía real, es proteccionismo.

—¿Qué costos le puede traer eso a Milei? Esa ceguera ideológica...

—Ahí hay dos temas, sin duda. El primero es a quién representa Milei y si esa representación le puede traer costos, porque él está actuando al servicio de Estados Unidos, del Departamento de Estado, y no de los negocios específicos una parte significativa de los grupos dominantes locales.

Milei está haciendo un plan económico para el extractivismo, las mineras y las petroleras, que son una combinación de grupos concentrados de acá y muchos de afuera. También para las tecnológicas, que es un grupo bastante, bastante pequeño, y sobre todo para el capital financiero. Ahora, los dos sectores fuertes de la Argentina, el agronegocio y la industria, no están favorecidos ni remotamente. A Milei no lo silbaron en la Rural porque hay afinidad política, pero el tipo de cambio está súper retrasado para lo que ellos quieren. Y en la industria hay una destrucción como no se veía en muchísimo tiempo. Por eso fíjate que hay un contraste. Techint -que se reubica en el modelo actual dejando un poco la industria y pasando a la energía, zafa-, pero Roggio acaba de tener un problema muy duro con sus obligaciones negociables.

—Y Rocca también acaba de decir: fuimos demasiado optimistas.

—Rocca está en el medio porque fuimos demasiado optimistas en una parte de los negocios, pero seguimos siendo optimistas en otra parte de los negocios. En cambio, la burguesía industrial, la UIA, está demoliéndose. Entonces, el costo para Milei es incierto. El costo para la Argentina es demoledor.

—Ahí hay un dato que me parece no sé si novedoso, que es justamente la relación con el agronegocio, en un contexto donde la soja está cayendo por debajo de los 400 dólares. Cayó 25, 30% desde que asumió Milei. ¿Cómo te imaginas esa tensión? Porque efectivamente el agronegocio reclama o la devaluación o la baja de retenciones y no tiene nada, porque Milei se abraza al dólar planchado para sostener quizás su único mérito o el que él puede venderle a la sociedad, que es la baja de la inflación. ¿Cómo te imaginás ese desenlace en esa pulseada agronegocio-Milei?

—No lo sabe Milei. No lo sabe el agronegocio. No lo sabe nadie. Es imposible de saber porque es una situación de un grado de incertidumbre total. Lo que está claro para mí es, primero, que se agotó la primera etapa del Gobierno. El plan de Milei no caminó ni remotamente. Él pensaba que iba a tener un escenario de corto plazo en el que iba a bajar rápidamente la inflación, que iban a venir inversiones, que iba a despuntar la economía, sobre todo, que iba a venir un crédito externo que le iba a sostener, sea la dolarización, sea lo que sea. Y la realidad es que no vino nada.

Y como no vino nada, lo que hay es un ajuste ya demoledor. Los precios de los alimentos disparados nuevamente: la inflación de este mes muestra de nuevo números altos. Todo lo demás son malabarismos. El superávit fiscal está hecho de puros recortes y todo lo que se gana con recortes se pierde con recaudación. Y la recesión es interminable.

En este escenario, Milei ahora está enfrentado al problema de una inflación desbordada, que él la está intentando contener en forma alocada, reduciendo la emisión, como si eso no se hubiera hecho ya en la Argentina con resultados súper nefastos, y el tipo de cambio, que es el punto clave. Con el tipo de cambio ellos no esperaban lo que está ocurriendo. Ellos esperaban muchas cosas, pero que la inflación se le dispare y el tipo de cambio quede aquí no lo esperaban. Ante ese resultado que no esperaban lo que están haciendo es derrumbar la economía para que se contenga la inflación. La inflación va a caer si seguimos así, pero nosotros vamos a caer muy por debajo de la inflación. En el desierto general de la economía, con un desempleo triplicado y con la recesión expandida hasta lo inimaginable, claro, la inflación cae.

Lo que pasa es que cuando vos llegás a ese punto, no es que después repunta. Después hay un largo tormento. Y tanto Mieli como Caputo están en eso, mientras otras voces de sectores más vinculado al campo, más vinculados a la estrategia general, como el propio Cavallo, dicen: ojo, ¿a dónde estamos yendo?

—Cavallo está asustado de la recesión.

—Cavallo está asustado de todo porque supo cómo se desploma la Convertibilidad, así que él sabe lo que es mantener un tipo de cambio fijo que va acumulando tensiones y después no poder salir. Lo conoce en carne propia. Cavallo dice: devaluemos un cachito y encontremos un equilibrio. Y Sturzenegger, por supuesto, el gurka, dice: “devaluemos, levantemos el cepo ya”.

—Confiemos en las fuerzas del mercado.

—Confiemos en las fuerzas del mercado y que sea lo que Dios quiera. Y en eso están. Lo que pasa es que hay tantos condicionantes para que esto no funcione, que el precio de la soja que cae en el mundo es apenas un detalle de todos los problemas que tiene. Este modelo es inviable por donde lo quieras ver.

—En otro artículo que me resultó también muy interesante vos vas un poquito hacia atrás — creo que todavía no había asumido Milei o estaba por asumir— y repasás la puja histórica, el conflicto no sé si estructural, entre la industria y el sector agropecuario. Y decís: los mecanismos que surgieron para morigerar la disputa entre el agro y la industria por la renta ya no cumplen esa función. En algún momento, el campo ayudaba a compensar los dólares que por ahí no tenía la industria. Vos ahora decís que eso se agotó. ¿Cómo se resuelve esa encrucijada desde otros paradigmas que no son los que en los últimos años estuvieron al cargo de la Argentina, dada la correlación de fuerzas? ¿Cómo se puede salir de esa trampa que precede a Milei y que, incluso, hasta podríamos decir que explica a Milei?

—Está el tema de cómo pensamos nosotros que se sale y cómo piensan ellos que se sale. Porque aquí se presenta la siguiente situación. La clase dominante nunca toleró personajes como Milei tanto tiempo haciendo las cosas que hace Milei. Esta es la primera sorpresa. Milei hace un despilfarro del gasto público, una exhibición de cosas inadmisibles, un manejo de sus cinco perros, un gasto de viajes por el mundo con el erario público, un lenguaje imposible de sostener en la vida pública, una agresión permanente a los propios y a los ajenos y una tensión con cualquiera que le dice algo. Cualquiera es cualquiera: de su círculo y cualquiera del círculo rojo que lo sostiene. Él se ha peleado con los economistas top. Él tiene una disputa con un banquero cuando piensa que ese banquero le está haciendo algo.

—En eso se parece a Trump también.

—En eso se parece a Trump, sí. El tema es que en Argentina, ¿por qué los grupos dominantes lo sostienen? Yo creo que la razón básica es que ellos esperan que Milei haga lo que no hizo ninguno de sus antecesores, que es destruir el movimiento popular. Toda esa larga historia de la Argentina donde hay una correlación de fuerzas, el famoso empate hegemónico, donde finalmente no se define, es porque las clases dominantes no lograron destruir sindicatos, no lograron después debilitar movimientos sociales que surgieron a la luz de los sindicatos fuertes y organizaciones democráticas de las más grandes del mundo en torno a los derechos humanos. Y los grupos de poder quieren terminar con eso.

Quieren hacer de Argentina un país en un sentido como Chile, como Perú, donde el movimiento popular siempre esté a la defensiva. Siempre. Lo golpean y más a la defensiva. Entonces, para hacer eso, le permiten a Milei todo lo que le permiten. Creo que a Milei hay que tener mucho cuidado en analizarlo por su política económica, por las medidas que toma en uno u otro sentido. Yo creo que los grupos de poder están dispuestos a aguantar todo si ven que eso progresa. Aún a costa de perder dinero. ¿Por qué no lo silbó el agro cuando con este tipo de cambio silbaba a todos? Bueno, porque en una de esas logra terminar con los piqueteros, logra terminar con el movimiento social, logra terminar con todo lo que ellos, históricamente, quieren desterrar.

—Lo que no se ve es una alternativa. Yo creo que no se veía antes y por eso también llegó Milei y hoy mismo no se termina de ver. Por eso parece que Milei reina sobre las ruinas del sistema político.

—Exacto. La alternativa solo se va a construir si Milei no logra eso.

—O sea, hay que esperar.

—No, no. Hay que luchar. Hay que luchar primero. Porque si Milei logra su propósito, que es doblegar al movimiento popular, discutiremos a futuro, pero a un larguísimo futuro. Y va a ser un futuro muy negor si en la Argentina la clase obrera pierde sus sindicatos y los movimientos sociales quedan afuera y ya no hay 24 de marzo con cuatro generaciones saliendo a la calle... Si lo que queda es escepticismo y decepción.

—Ahí también juega el Gobierno un despliegue de fuerzas muy impactante con la represión de Bullrich, con causas por terrorismo. O sea, ahí el Gobierno tiene uno de sus pilares.

—Exactamente. Ellos no están improvisando. Cuando a Belliboni le hacen una causa por utilizar fondos públicos para los partidos, imaginate que si esa causa se la hacen a la UCR, al peronismo, al partido de Milei y al PRO, no queda nada. Son organizaciones construidas con el uso oscuro de la política.

Criminalizar, generar esa situación para que la gente no vaya a las manifestaciones. Crear un clima de terror. Todo eso apunta a reforzar este clima para doblegar el movimiento popular. Por eso son claves las dos opciones. Si lo que vimos en los primeros meses del gobierno, dos huelgas generales muy importantes, con manifestaciones obreras muy importantes y una marcha educativa muy significativa, porque indicó que la ideología neoliberal no penetró justamente ahí, penetró en todos lados, pero no en la educación pública. Bueno, si se mantiene eso, es un escenario. O si se mantiene el escenario de los últimos dos meses: reflujo, desempleo, temor a salir a la lucha, aunque hubo una marcha en San Cayetano, aunque sectores estratégicos de la clase obrera siguen en pie de lucha, por ejemplo, los aceiteros, los que ganan bien y eso vale para aceiteros, para bancarios y para petroleros. Ojo que tocás esos...Entonces lo primero es la correlación de fuerzas. Si se logrará o no lo que pasó en el 2017 con Macri.

—Pero ahora es peor la situación porque gobernó el peronismo cuatro años. Un gobierno que no logró ningún objetivo, que mantuvo el statu quo, cayó el salario, se descontroló la inflación. Eso legitimó este proceso de Milei. Entonces pareciera que nadie está debatiendo y yo creo que la sociedad no ve una alternativa y por eso se explica la legitimidad que todavía conserva Milei, si bien va perdiendo. Pero no hay nada enfrente. Que no se pueda plantear un eje de 'se sale por acá', yo creo que es todo a favor de Milei.

—Yo primero relativizaría la fuerza de Milei sin negarla.

—No, no es fuerza de Milei. Es debilidad ajena.

—Pero, ojo, que Milei comparado con sus pares del mundo, no ha creado una fuerza de ese tipo. Porque Trump tiene el Partido Republicano. Bolsonaro tiene a los militares, los pentecostales. Le Pen tiene una fuerza construida igual que Meloni a lo largo de 20 o 30 años. Milei todavía tiene encuestas, pero no tiene movilizaciones. No tiene lo de Bolsonaro, que junta a 100.000 o 200.000 personas. No tiene una fuerza, tiene trolls.

—¿Y qué tiene la oposición?

—La oposición clásica está en una crisis mayúscula. Esa crisis mayúscula obedece obviamente al recuerdo muy presente del Gobierno de Fernández y toda la responsabilidad que tuvo el peronismo en la elección de Fernández. Este escándalo que estamos viendo ahora es como la frutilla del postre. Es la degradación moral de una persona cuyo gobierno fue nefasto. Y esa experiencia está muy presente. Esa experiencia está presente no solo en que Cristina lo eligió a Alberto, sino en lo que todo el peronismo y Cristina hicieron durante el gobierno de Alberto. Porque hubo muchas oportunidades para cambiar el rumbo. Acordate que en las elecciones de medio término, Milei, no me acuerdo, sacó 5 o 6%. Llegó con esa pequeña bancada y después pega el salto. Quiere decir que la vicepresidenta, ella misma podría haber asumido un rol protagónico y decir hasta aquí llegamos.

—Decís que ella no tenía un plan alternativo al de Massa.

—Si lo tenía, no se atrevió a hacerlo. En principio pienso que no lo tenía.

—Por eso Guzmán primero y después Massa.

—Por eso Guzmán primero y después Massa. Había dos temas claves. Uno que se vio de entrada que fue Vicentín. Vicentín era, bueno, ¿regulamos o no regulamos los precios de los alimentos? ¿Hacemos una empresa nacional testigo o no? Punto clave para el agro. Y después todo lo dominante que era el Fondo Monetario y la deuda. Y en este punto dominante del Fondo y de la deuda, la posición de Cristina siempre fue, como mínimo, vacilante, sino semejante a la que tuvo Alberto.

—Uno se podría preguntar por qué ese malestar lo capta una figura como Milei y no sectores que también cuestionan el sistema político desde la izquierda en la Argentina. ¿Por qué pasó que un panelista, más allá de que o crearon los medios de comunicación, llegó al poder? Hay una izquierda arraigada en la Argentina de muchos años, un Frente de Izquierda que lleva diez años y sin embargo, cuando hubo un descontento, un malestar, un resentimiento, un rencor, como se le quiera llamar contra el sistema político, tuvo que aparecer una figura como esta para canalizarlo.

—Yo creo que la explicación básica no es argentina, es mundial. Porque esta misma pregunta uno la puede formular para todos los países donde la derecha despunta. En general, la ultraderecha despunta después de un gobierno de derecha convencional o de un gobierno de centroizquierda. Y la pregunta en Francia, en Italia, en Estados Unidos, en el grueso de los países, es por qué eso no lo canaliza la izquierda. Bueno, la izquierda a nivel global atraviesa una crisis por múltiples razones que se refleja también aquí. Y aunque la izquierda de la Argentina es muy singular, muy particular, tan singular como el peronismo, hay dos cosas raras en la Argentina en comparación a otros, los efectos generales, las tendencias generales, están presentes. Entonces, la crisis de largo plazo que tuvo el socialismo después de la caída de la Unión Soviética, un conjunto de fracasos posteriores, condicionan un ambiente. A esto hay que sumarle lo que podría ser la propia estrategia de la izquierda en la Argentina, que yo en general pienso que la izquierda en Argentina tiene un mérito enorme que es su combatividad.

A mí me parece que lo que define a una persona de izquierda no son tanto sus ideas, sino su práctica. Y la práctica de la izquierda es una práctica de militante, de gente que está en la primera línea de lucha, que tienen una vida personal que nunca va a ser Alberto Fernández ni nada parecido. Entonces lo mínimo que eso tiene que suscitar es respeto, admiración, solidaridad, acompañamiento. Yo creo que ese es un activo de la izquierda.

El tema es que construir un proyecto político de poder es algo un poco más complejo que tener una actitud de lucha. Eso requiere una estrategia. Y ahí están los problemas de la estrategia en la izquierda. Que en general sus candidatos y sus figuras son vistas con mucha simpatía por mucha gente, pero siempre está la sensación de '¿cómo hacen para llegar al gobierno? ¿Cómo dan ese salto?' Bueno, eso requeriría ver un poco mejor lo que pasó en América Latina. Notar que estamos en un período donde hay rebeliones, pero no revoluciones. A diferencia de los años 60, todas las grandes luchas que ha habido en América Latina son levantamientos populares, pero que no tienen esa característica de la revolución cubana o de la revolución nicaragüense de otra época, sino que están más acotadas, se canalizan dentro del sistema político, no implican desenlaces militares como en otra época y por lo tanto una estrategia tiene que ser una estrategia a tono con eso.

—Ahí hay dos miradas. Porque obviamente desde afuera de la izquierda la crítica que se le suele hacer es, bueno, hay una comodidad en el rol de opositor. Desde adentro o desde una proximidad, uno podría decir hay una estrategia equivocada. No sé bien qué es lo que hay, pero efectivamente está esa dificultad que gran parte de la sociedad no termina de ver. Y en algún artículo decís: hay una idea de que esto tiene que terminar en un estallido, en un proceso revolucionario y por eso no hay un planteo de otro tipo, de buscar una transición, no sé, otra estrategia de poder similar a la que sucedió, supongo, en otros países.

—Claro, sí, sí. Obviamente yo pienso que hay errores, no comodidad. Sería un poco paradójico que uno le guste estar en un lugar ajeno al que ambiciona. Bueno, todo es posible. Pero supongamos que si alguien aspira a una transformación, aspira a protagonizar esa transformación. Yo creo que hay problemas, hay dificultades que tienen que ver con la historia argentina, que tienen que ver también con la compleja relación entre el peronismo y la izquierda, porque una singularidad de la Argentina es que el peronismo sigue siendo un movimiento que incluye sectores progresistas y sectores de derecha. En general, el mapa político latinoamericano se ha clarificado. O sos progresista o sos de derecha. AMLO en México es progresista, la derecha está en otro lugar. Lula es progresista, la derecha está con Bolsonaro. O sea, no existe un partido donde esté en el mismo espacio, en el mismo espacio electoral, Grabois y Guillermo Moreno. O una cosa o la otra. ¿Cómo se convive en un espacio? Eso es un problema de larga data con el peronismo.

—Unos y otros piensan que no tienen que estar adentro.

—Pero están.

—El Papa por ahí los puede unir.

—Ni siquiera. Dudo que el Papa... Pero podría ser, porque el Papa mismo, si vos ves la trayectoria, pensándolo bien, tenés razón, porque si vos ves la trayectoria misma del Papa, él empezó como Guillermo Moreno y terminó como Grabois. O sea, su historia es como una evolución. Bueno, por algo es un Papa peronista. Yo creo que ahí hay un problema que es ajeno a la izquierda, que en otros lugares se pueden establecer con mayor facilidad acuerdos no solo en la práctica, sino acuerdos electorales, acuerdos de mediano plazo con sectores que no son del propio, porque no está Massa, no está Scioli, no está Moreno. Porque no es solo el problema de Moreno. El peronismo alberga... Sus dos figuras principales después de Cristina... Scioli es funcionario de este gobierno. Ya es el colmo del colmo del colmo. Lo elogia a Milei como alguien que tendría que sacarse un premio Nobel. Y Massa, después de haber hecho todo lo que hizo en su vida, ahora parece que es un broker de los grupos de inversión. Entonces, el peronismo en su estructura y es una estructura que se recicla, sufre una crisis y vuelve a reciclarse, sufre una crisis y vuelve a reciclarse, eso obstruye. Eso obstruye la formación de una convergencia con la izquierda. Entonces hay problemas en los dos costados. Hay problemas en un costado que me parece que no avizora que en el momento actual la lógica sería una estrategia de llegar al gobierno y disputar el poder. Esa lógica es: llegás al gobierno y una vez que llegás al gobierno empieza la disputa por el poder. Porque el gobierno Cristina decía que es el 20%. Tenía el 20%. Yo creo que con suerte tenés el diez, porque no tenés ni el poder político total, no tenés el Poder Judicial, el poder económico y cada paso que da, como se vio con la con la Ley de Medios, chocás con él. Ahora, ese es un camino que es en general con idas y vueltas, el camino que se recorre en América Latina. Entonces me parece que pensar un futuro positivo en la Argentina es aprender de América Latina, imaginar convergencias de sectores que comparten ideas y acciones comunes y apostar a una renovación general.

—Villarruel. ¿Qué significa en este mapa político? A veces pareciera que es la principal amenaza que ve Milei o su entorno. Es una derecha más ligada a la dictadura militar. No termina de ser propia para Milei, evidentemente.

—No, claramente Villarruel hace su juego propio. Ahí hay una alianza de anarcocapitalistas con la derecha nacionalista reaccionaria clásica. Lo que uno hasta la llegada de Milei imaginaba como un derechista clásico es Villarruel. Militares, genocidas, nacionalismo reaccionario a pleno. Y en ese sentido creo que ella está haciendo siempre un doble juego, imaginando una eventual crisis de Milei que obviamente es factible. Villarruel es como Vox de España. Es el franquismo puro. No el franquismo a medias. Es todo: el día de la raza, es rechazar los pueblos originarios. Esa es la historia reaccionaria pura a escala global y en la Argentina. Y ella es una persona que se ha demostrado lo suficientemente astuta como para labrar un camino propio.

Y ahí me parece que el establishment con Macri siempre están pensando bueno, si esto falla, cuál es el plan B. El plan B siempre lo está pensando Macri y eventualmente Macri quizás lo piensa con Villarruel. Ese plan B tiene que ver con negocios distintos. Gran parte de esta disputa que tuvo Macri recién con Milei probablemente sean simples negocios. Macri viste que se ha dedicado a viajar con la FIFA por el mundo y a hacerse como un intermediario de los fondos de inversión de los Emiratos. Debe haber algo acá con lo cual no se pone de acuerdo con Milei. Entonces, cuando él le dice 'yo te ofrezco gente para el gabinete', con esa onda, es 'yo quiero mi parte de los negocios, que no estoy viendo'. Pero toda la derecha convencional está en un problema porque la derecha convencional carga sin la escala del peronismo también el recuerdo de que ellos ya fallaron. Eso está muy presente en los votantes, en el espíritu general. Entonces hay como un acomodamiento de todas las piezas donde la gran carta de Milei yo te diría que después de que le falló todo, le falló su plan económico, le falló la recuperación en V, en U, en lo que quieras. Hasta ahora le falló armar un partido sólido propio. Logró con los gobernadores y con el peronismo y el Senado que le voten una ley, 'pero te la voto hasta por ahí nomás'. Cada dos por tres le están haciendo alguna trapisonda en el Parlamento.

Yo creo que la gran esperanza de Milei es que gane Trump. Y ahí Milei tiene un problema adicional. Primero, Trump puede no ganar porque ahí todo se define no en el número de votos y las encuestas, sino en los swing states, en cuatro o cinco estados. Segundo, puede ganar y como dijo Calver-Carone, puede no darle el crédito. Tercero, puede darle el crédito, pero puede dárselo tarde. Entonces hay que tener mucho cuidado que los guiños que le hace Trump a Milei son guiños del momento entre jugadores donde van a estar en debate muchas cosas. Por ejemplo, andá a saber si Trump no dice: bueno, muy bien, pero todo el litio, no una parte del litio, todo el litio para mi amigo Musk, enterito. Y entonces ahí va a chocar con otros. Si tu carta de gobernabilidad para que lleguen los dólares es que gane Trump, tu fragilidad es grande.

Entrevista realizada por Diego Genoud en su programa Fuera de Tiempo (Radio Con Vos).

DG/CRM

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