Rivalidad histórica
Macri y Riquelme profundizan el “efecto grieta” en la recta final de la campaña por la presidencia de Boca
“Estas elecciones las vamos a ganar, ¿me estás cargando?”, dijo Juan Román Riquelme el último miércoles en una entrevista en TyCSports, todavía en el campo de juego del Estadio Mario Alberto Kempes de Mendoza, luego de que Boca perdiera el partido de semifinal de Copa Argentina frente a Estudiantes. “Si no, ni me presento”.
Por debajo de esa manifestación de tranquilidad, el ídolo xeneize dejó entrever también una clara cuota de fastidio, particularmente motivada por la estrategia del macrismo de ensuciar el tramo final de la campaña con denuncias judiciales periódicas contra el club y promesas que él considera extravagantes.
El miércoles mismo, horas antes del partido, sin ir más lejos, la justicia allanó la Bombonera tras una denuncia de Andrés Ibarra --candidato a presidente de la oposición--, en la que se acusaba a la dirigencia actual de cometer irregularidades en la confección del padrón. “Hicieron 9000 socios de golpe”, dijo Ibarra en TyC, “que pasaron por la ventana”.
Esto motivó un nuevo comunicado oficial de Boca (recordemos que ya había emitido otros dos después de la clausura preventiva de la Bombonera por un supuesto exceso en la capacidad del aforo durante el partido de Argentina contra Uruguay por Eliminatorias), que no solo desestima la acusación sino que cuestiona la buena fe del candidato opositor. “El inoportuno momento elegido, a sólo cuatro horas de que Boca juegue la semifinal de la Copa Argentina”, dice el comunicado, “demuestra una vez más que el señor Andrés Ibarra solo pretende dañar a la institución y el proceso eleccionario, realizando una denuncia sin fundamento alguno, algo que no haría nunca un hincha de Boca”.
De momento todas las denuncias que la oposición hizo en los últimos días tienen que ver con tecnicismos o infracciones leves que no ponen en riesgo la realización de los comicios, motivo por el cual surge la sospecha de que el efecto buscado es exactamente el que se está viendo: obligar al oficialismo a contestar, convirtiendo a las redes sociales de Boca en una especie de 678 xeneize, que contribuya a crear un clima de hartazgo general. Y Riquelme, a juzgar por su reacción durante la entrevista de TyC (“Ustedes no les dan bola a los comunicados que sacamos”, se quejó), parece haber pisado el palito.
El macrismo, por su parte, busca profundizar lo más posible ese “efecto grieta”, algo que quedó claro en su último spot de campaña, que tiene como principal protagonista a Martín Palermo, habitualmente señalado como “enemigo” de Riquelme. (Palermo es, también, el principal candidato a dirigir a Boca en caso de que la fórmula Ibarra - Macri se imponga en las elecciones).
En ese contexto, y en contra de su habitual reserva y economía de palabras, el miércoles Román prendió el ventilador y decidió contar algunas intimidades. Dijo, por ejemplo, que en 2022 Boca no extendió el contrato de sponsoreo que tenía con Qatar Airways porque Macri --en su rol de presidente de la Fundación FIFA-- le impuso como condición la contratación de Almoez Ali, delantero qatarí, a modo de promoción previa al Mundial. “Y yo dije que no”; contó Riquelme. “Prefiero traer a Cavani, con todo respeto…”.
La acusación llega en medio de los rumores de que Macri viajaría en estos días a los Emiratos Árabes para cerrar el acuerdo de financiamiento de la construcción de un nuevo estadio para 105 mil personas, un tema al que Riquelme también hizo referencia. “Si vos la cancha la sacás de su lugar, como quieren hacer ellos, deja de ser la Bombonera”, dijo. “Es como que yo vaya a tu casa y te diga: ‘Escuchame, campeón, andate a la esquina’. ¡Ya no es más tu casa!”. Ese mismo argumento es el que usa para justificar la falta de una propuesta concreta de ampliación por parte del oficialismo. “No les puedo decir a los hinchas: ‘Miren, les voy a agrandar la cancha’, cuando eso implica que un vecino se tiene que ir de su casa”, dijo. “Primero tengo que ir a tocar el timbre, sentarme a tomar mate con el vecino y decirle: ‘¿Usted está de acuerdo?’”.
La incertidumbre con respecto al futuro de la Bombonera quizás sea la única deuda clara del oficialismo, cuya gestión deportiva y económica tiene poco para reprochar. Más allá del nivel de juego del equipo, Boca ganó más titulos que ningún otro club durante los últimos cuatro años, fue el único que jugó finales de todo los torneos, levantó la misma cantidad de trofeos que la gestión anterior pero en la mitad del tiempo, y presentó un balance con un superávit cercano a los 30 millones de dòlares. Pero muchas veces la política de Boca, como la nacional, trasciende lo político: es casi una cuestion de piel. Y si hay algo que Riquelme y Macri no tienen es piel.
Los motivos de la rivalidad entre ambos nunca fueron del todo esclarecidos por ninguno de los dos (ni siquiera cuando, en su época de jugador, Riquelme se plantó frente al palco de Macri con sus manos detrás de las orejas, en claro gesto desafiante durante el festejo de un gol, y luego dijo que lo había hecho “porque a mi hija le gusta el Topo Gigio”), pero el miércoles el ídolo xeneize deslizó que las maniobras recientes de la oposición son parte de un largo historial de maltrato hacia él. “Cuando fui jugador, la pasé peor”, dijo, con su ex compañero Cristian Traverso (actual periodista) como testigo. “Me han pasado cosas que ustedes ven en las series. Pero me las voy a llevar a la tumba”.
El único que alguna vez se animó a hablar públicamente sobre el incio del conflicto fue el ex vocero de AFA Ernesto Cherquis Bialo. Según su versión, narrada hace unos años con lujo de detalles en el programa de radio del Gato Sylvestre, todo empezó en 2001, cuando a Román se le estaba por vencer el contrato con Boca. “Riquelme exigía que la renovación la llevara a cabo el presidente, y el presidente decía que él no se sentaba con empleados a renovar ningún contrato, que para eso tenía gerentes”, contó Cherquis. “Riquelme dijo: ‘Yo quiero discutir con Macri mi salario’, y lo obligó a Macri a sentarse a discutir con un jugador de fútbol, que era un hecho detestable para las normas de los presidentes de empresas. ¿Cómo se va a sentar con un empleado? Para eso está Recursos Humanos. Riquelme lo obligó a sentarse y entonces todos los pro Macri empezaron a odiar a Riquelme”.
Es muy poco probable que alguno de los dos confirme nunca esta versión, pero el miércoles Román insistió con un tema recurrente de su discurso ante los medios. “Hace 10 años que vengo repitiendo que lo más grande que me pasó en la vida es no ser empleado de estos señores”, dijo, “y lo llevo con mucho orgullo”. Falta apenas una semana para que vuelvan a enfrentarse, esta vez en las urnas.
LG/IG
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