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Entrevista

Tomás Trapé, politólogo y streamer: “Se arrinconó a un pueblo hasta la locura para que ganase Milei”

El politólogo y streamer rosarino Tomás Trapé

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Tomás Trapé es politólogo y streamer. Nació y vive en Rosario, donde conduce Cabaret Voltaire junto a Mauricio Vera, un programa que se emite los domingos a la noche y que ya se convirtió en un clásico para mucha gente.

Analiza la actualidad del peronismo y su responsabilidad en el triunfo de Javier Milei, del que dice que es “el peor de los escenarios concretado”. Ve alguna esperanza en los sub-35 e insiste en que hay que defender el interés nacional para salir de la actual crisis.

—Milei incorporó una noción que le permitió llegar muy lejos. Hablo de la casta. La idea de la casta. Y le ganó con eso a un peronismo que hizo campaña defendiendo la democracia, la política. ¿Cómo es tu mirada sobre la política, sobre los políticos profesionales? ¿Cómo pensás que se da esa relación hoy entre política y sociedad, entre política y pueblo?

—Dos cosas. Evidentemente hubo un cambio. ¿Cómo lo vivió mi generación? Yo tengo 30 años. Tal vez hablar por una generación es mucho, pero a nosotros nos tocó ser como jóvenes oficialistas, casi como una contradicción biológica y evidentemente convocados por algo de ese imaginario que movió en algún momento el kirchnerismo. Eso no vale la pena negarlo. Y yo creo que parte de mi educación sentimental tuvo que ver con aquella década. Entonces hasta ahí hubo una relación. Es verdad que a medida de que ese gobierno transcurría, se acumulan decepciones, capas geológicas de decepciones y cosas desaprovechadas que terminan engendrando tal vez, en mi caso, una mirada crítica de de aquellos años bastante temprana. Ahora aparece eso como más popularizado. Y lo de Milei yo siempre lo entiendo como la medida del fracaso de la política. A mí en lo personal las derrotas dignas me parecen cada vez menos dignas. La de Milei no fue una derrota digna. Y me parece que inaugura también una nueva forma de, no sé si nueva forma de hacer política, pero sí veía en las trayectorias del liderazgo de Cristina y Milei cierto paralelismo. Creo que a Cristina en algún momento se la acusaba de ser una líder populista, sobre todo por la oposición UCR-PRO, y había como una acusación acerca de la forma, la falta de republicanismo y a medida que Cristina se fue institucionalizando, empezó a hablar a través del (Instituto) Patria, empezó a hablar a través de sus allegados, incluso de sus ventrílocuos, Milei planteó un liderazgo como un populismo 4.0. Líder- usuarios. TikTok, Twitter mediante. Y eso generó, evidentemente otra velocidad a la hora de reproducción del mensaje. Y evidentemente, como todo cambio de época, las palabras cambian de significado, los símbolos estallan por los aires y ahora estamos en un momento de caos, me parece, en lo que es o lo que alguna vez fue un orden político.

—Vos insistís bastante con la idea de: cómo llegamos hasta acá, los que nos trajeron hasta acá. Cierta dirigencia que le tendría que rendir cuentas a la sociedad argentina y tiene prohibida la autocrítica. ¿Cómo se da ese vínculo? Porque algunos dicen: frente a Milei hay que recuperar la política. Otros pueden pensar: esa política tiene que reinventarse o así como va, puede ser funcional a Milei.

—Milei es la política. No es que es un fenómeno ajeno a la política. Sí, evidentemente es un outsider. La sensación que tengo yo es que la política está hace mucho tiempo como en una especie de control de daños. La autocrítica se la permite moderadamente y, en todo caso, esta idea de reconocer la derrota no es la elección. No es reconocer un resultado electoral. Reconocer la derrota es reconocer el país que se deja. Un país que tiene 50 o 60% de niños bajo el umbral de pobreza. Ese es el país que se deja. O sea, ¿se puede defender ese orden de cosas? ¿A qué invita la política o, si se quiere, el establishment, cuando hay que resistir a Milei? A mí me parece que estar roto, no te da el derecho a romper. A mí Milei me parece inviable. Me parece que los problemas de Milei no van a venir por la superestructura. No va a venir por ningún artista, ni siquiera por la universidad. El problema de Milei viene abajo, en su base de sustentación. Si la pobreza se duplica, la indigencia sube. Ese es el problema de Milei, que no pueda justamente satisfacer las necesidades o sus promesas, más allá que prometió un sacrificio, a diferencia de una política que prometía el goce ilimitado.

Eso siempre me llamó mucho la atención, cómo incluso esta idea de control de daños llamaba a fingir demencia, incluso a prometer algo que no sabíamos muy bien, que era una revolución del goce en el medio del país que teníamos. Casi un insulto, un insulto a la inteligencia. Y aun así, la opción que se eligió es una opción que adelantaba sufrimiento, adelantaba sacrificio, que es la opción de Milei. ¿Qué es lo que tiene que hacer la política? Es difícil saberlo porque entiendo que la política ha sufrido un proceso de oligarquización. Tiene sus propios intereses y esos intereses no tiene nada que ver con los de la mayoría de las personas. Con lo cual la renovación me parece que la van a tener que dar los dirigentes que tengan la voluntad de darla. Una frase que me quedó resonando de uno de nuestros intelectuales orgánicos del Ejército Gris de hagov católico, que extrajo una frase de Bioy Casares que decía que uno no puede ser leal a su pasado y su presente al mismo tiempo. Y me parece que hay algo de eso. Me parece que nuestra lealtad tiene que estar con el presente que estamos viviendo y con encontrar nuevas respuestas.

—El peronismo está hace rato en un proceso de discusión no saldado, no se termina de saldar ni en la unidad ni en la división, porque el peronismo se dividió. Surgió el Frente Renovador, después apareció el Frente de Todos y el proceso de debate sigue. Hoy se está dando dentro del kirchnerismo. Pero vos insistís mucho en que faltan ideas, que falta programa, que hay una pereza del pensamiento, que todos especulan. Y hablás de que hay que tomar riesgos. ¿Y qué sería tomar riesgos para esta nueva generación de gente que está vinculada con la política o que quiere reivindicar la política?

—Lo que se me viene a la mente cuando me hacés la pregunta es que para muchos de nosotros la crisis no fue el resultado electoral, o sea, no arrancó con el resultado electoral. Estamos hablando de una crisis que tal vez tiene ocho años en términos de ideas. Lo que nosotros empezamos a percibir primero fue una falta de imaginación, incluso de pensar la política más allá del Estado. La política era solamente el Estado y eso para el peronismo es antinatural. El peronismo, que es pensado como un movimiento. Y crear un Estado sin pueblo, que es lo que terminó originando ese tipo de política, es contrario a lo que imagina o lo que entiendo yo que el peronismo siempre imaginó o lo que pensaba con una comunidad organizada. Me parece que correr riesgo también implica salirse de las viejas respuestas, de los lugares comunes, de hacer dos pasos y mirar para atrás a ver si te está mirando tu mamá. Yo lo digo con claridad. A mí me parece que el sistema político en un momento se ordenó de una manera con la centralidad de Cristina, en donde generó un montón de personas que vivían de la extensión de la tarjeta de crédito de Cristina, pero con ninguna capacidad ni de generar valor propio ni ahorro.

Entonces, en esas circunstancias, gente que fue consumiendo un capital ajeno, hoy en día no tiene respuestas, pero porque tampoco en ningún momento originó ni siquiera sus propias preguntas. Y ahora Cristina vuelve a tomar protagonismo. Es una figura obviamente importante, pero los liderazgos se renuevan. Digo, hasta a Perón se le discutió la conducción y me parece que hace falta un poco de coraje también. Hace falta pensar más en la idea y menos en los cargos. Capaz que si se piensa solamente en los cargos, bueno, las respuestas correctas en términos de eficiencia política sean quedarse cerca de la foto, total alcanza. Ahora bien, yo pienso que se nos escapa un país, se nos va un país y ahí no queda otra que correr el riesgo. No hay caminos cortos, no hay contención de daños ya con Milei presidente. Ya el peor de los escenarios está concretado, con lo cual me parece que los caminos que quedan son largos, son dolorosos, son de autocrítica, de autocrítica honesta, y son lentos.

—En el trabajo que hacen en Cabaret Voltaire, se plantea siempre una idea de ir al pensamiento nacional, hablar del interés nacional, hablar de las ideas, del programa. Y algo que aparece es: el peronismo está defendiendo un orden liberal desde hace tiempo. Algo que dijiste en algún momento. Ahora, ese orden liberal, ¿cuándo se asocia al peronismo? Porque uno podría pensar eso viene de Menem y nunca se interrumpió. Uno podría pensar eso unifica a todas las variantes que hoy están discutiendo entre sí, digo, desde Quintela a Kicillof, hasta Cristina o Massa. ¿Cómo es ese orden liberal?

—Ahí vale la pena hacer una aclaración. A mí me parece que, y esto se lo he leído a Alejandro Galiano, a Bruno Bauer, a mí me parece que todos somos liberales o neoliberales. Yo nací en el 93, fui socializado y criado en un mundo liberal, de hegemonía liberal, y hay algo de mi subjetividad que está moldeada a partir de eso. Y es verdad que el peronismo, yo creo que a partir del 2003, después del 2001, cuando estalla todo en ese reseteo que hubo del sistema, no lo digo ni siquiera como una crítica, yo creo que Néstor cuando mira hacia atrás no piensa en en comunidad organizada, no piensa en Buela, no piensa en el filósofo de la CGT, piensa en Alfonsín, piensa en la introducción del peronismo a ese orden liberal occidental. El kirchnerismo me parece que se pensó a sí mismo como ese orden de centroizquierda, si se quiere. Y en ese mundo hay cartas que ya están repartidas. Argentina tiene un lugar, pero ese ecosistema global cambió mucho estos años. Hoy el mundo está desordenado. Hoy emergen los nacionalismos. Pareciera ser que hay algo de esa negociación que se puede revivir o se puede reanimar o se puede volver a dar. Los países mueven fichas, no es un orden unipolar, o por lo menos no como lo estábamos imaginando a principios de siglo. Bien a principios de siglo. Entonces me parece que hay una posibilidad ahí en el nacionalismo y hay que entender al peronismo como la última manifestación del movimiento nacional en Argentina. Me parece que hay que tener el peronismo como en algo más grande, porque si no terminás haciendo peronismo para peronistas y no tiene ningún tipo de sentido. Hay un meme muy gracioso que es un tipo hablando a una mina al oído y la mina mirando para otro lado. Bueno, me parece que el peronismo tiene que evitar un poco eso. Cuando uno piensa en FORJA, cuando uno piensa en esos radicales yrigoyenistas que veían que algo se había terminado y la UCR, el partido, existía todavía. Pero en esa vuelta a las raíces, en esa vuelta a la tradición, ellos fueron a buscar la potencia del futuro. Y si el peronismo es la última manifestación de ese movimiento nacional, que no es solamente el peronismo, no me parece mal buscar ahí alguna inspiración para pensar algo nuevo hacia adelante. Los escenarios cambian e insisto con esa frase, no se puede ser leal al presente y al pasado al mismo tiempo. Me parece que la lealtad tiene que ver con el presente, con las cartas como están repartidas. Y hay que construir con imaginación y sobre todo, con mucha voluntad.

—Decís: no estoy de acuerdo con algo que de repente se puso de moda o se extendió casi como una verdad, que no se vio venir, la emergencia de la extrema derecha, de la nueva derecha, de los libertarios de Milei. Ahora, ahí, en esa derrota de Unión por la Patria confluyeron varios fracasos. No solo el del kirchnerismo, que es la matriz fundante, porque Cristina fue la que armó esa fórmula, la que puso a Alberto, la que aportó la mayor parte de los votos. Pero al mismo tiempo fracasaron ahí, uno podría decir, el PJ antikirchnerista, el progresismo antiperonista que vio en Alberto una forma de redimirse de la impotencia. ¿Cómo analizás ese ese fracaso del que nadie se quiere hacer cargo porque todos dicen: yo no perdí?

—O sea, hace poco, en una entrevista también hablaban de Alberto Fernández, que no representó a nadie. Y yo le dije: ¿vos estás seguro? Para mí Alberto Fernández fue un gran representante de esa coalición, de esa época. Alberto Fernández era el profesor universitario que ponía el culo en el escritorio y te obligaba a escucharlo tocar la guitarra aunque tocase mal. Alberto Fernández era el que decía que había tumbado el patriarcado y después los escándalos de alcoba. Alberto Fernández era esa hipocresía y representó muy bien esa coalición, que fue una coalición de eufemismo. Fue todo el tiempo decirle a las cosas por otro nombre, como si en el lenguaje se pudiese torcer la realidad. Y para mí fue un buen representante de todo eso. Obviamente inesperado, porque fue el dedo de Cristina, lo eligió ella, fue su responsabilidad y evidentemente también fue su error. Y hay algo que insisto con este diagnóstico del control de daños, que si vos pensás más en los cargos, o sea, si el cálculo es más de eficiencia política, qué me conviene a mí en el reparto del Estado para no quedarme afuera, siempre esos cálculos te van a arrojar quedarte cerca de la primera mayoría o de Cristina en la opción de Alberto, que fue en su momento. ¿Cuánto tiempo más se puede permanecer? O sea, ganó Milei. ¿Hay una verdadera conciencia acerca de lo que implica eso? Realmente se arrinconó a un pueblo a la locura para que eso pasase. Hoy miraba un video de Milei tratando de soplar una velita de las que no se sopla en un programa y decía: es increíble. Ahora bien, no hay que esconder que es tan estridente como el fracaso mismo de esa política, de esa coalición. Y obviamente que no es solamente el fracaso del kirchnerismo. También será el fracaso del PRO, que sin dudas Macri terminó primero apoyando a Patricia en lugar de a Larreta y finalmente posibilitando que Milei sea presidente.

—Hay algo más que Cabaret Voltaire pone en escena y ustedes lo plantean, que es la relación entre la dirigencia política y los aduladores o las usinas de ideas que promueven, difunden, amplifican lo que dice la política desde un cierto centro, cómo se va construyendo una realidad. Una industria, algo ficticio. ¿Cómo ves esa realidad? Vos decías: nadie quiere dar malas noticias. Entonces aparecen formadores de opinión que amplifican lo que dice tal o cual sector de la coalición de gobierno. ¿Cómo ves eso y por qué Cabaret Voltaire o el trabajo que ustedes hacen trata de romper un poco ese vínculo, donde la política, el periodismo, los intelectuales, son todos más o menos lo mismo?

—A mí me parece que hay una industria armada que tiene que ver también cómo sectores han desfinanciado y quiénes pasan a ser los mecenas de ese sector. Me parece que al periodismo le pasa eso. Creo que el periodismo, uno de sus mayores inversores, actualmente es la política. Entonces, ¿vos le das a tu jefe una mala noticia? ¿Vos a tu jefe: se está equivocando? ¿O que es un boludo directamente. O sea, ¿vos estás dispuesto? Entonces hay algo de ese ecosistema armado de esa forma que genera todo el tiempo medianeras. Y es un tema porque cuando uno hace un programa y genera eso que se llama comunidad en internet, la comunidad te levanta una medianera y uno cae en la tentación de darle a la comunidad todo el tiempo lo que quiere recibir. Nosotros intentamos hacer lo contrario, no darle a la comunidad lo que está esperando y por eso hay una búsqueda que es más introspectiva y que tiene algunas secuelas o termina manifestándose y que genera una conversación que es medio errática en las posibilidades que nosotros tenemos desde Rosario para para hacer el programa. Pero de cualquier manera me parece que la respuesta es esa. Me parece que hay un sistema de de incentivos que acorrala la política o genera un ensimismamiento en donde tanto políticos como comunicadores, intelectuales les cuesta salir. Nadie va contra sus intereses en esa estructura.

—¿Pero creés que ese cortoplacismo, esa autocomplacencia, tiene que ver con un interés económico, tiene que ver con una pereza intelectual, tiene que ver con una falta de visión estratégica?

—Creo que hay de las dos. Hay pereza intelectual, sin dudas. Hay cálculos económicos también. O amistades. Uno no quiere ofender a los amigos y más cuando debe favores a los amigos. Me parece que también hay falta de estrategia. Argentina se piensa electoralmente, no se piensa como un proyecto de país, como un proyecto humano. Es muy difícil cuando la industria de las elecciones cada dos años entra en guerra. Es una frase remanida, pero lo primero que se pierde es la verdad. Entonces, si vos estás yendo a la guerra cada dos años, ¿cuál es el momento para decir la verdad? ¿Cuál es el momento para la autocrítica? Que encima siempre termina siendo como lo de Alberto Fernández, esta idea de que Alberto puede sintetizar el fracaso de un gobierno que la mayoría cobró del primero al último día y formó parte del primero al último día como para decir: no, fue Alberto solamente. Que al mismo tiempo a Alberto, ¿quién lo puso? ¿Por qué está ahí? Es muy loco eso, porque en teoría política uno diría que la soberanía la da el pueblo, pero en el caso de Alberto la dio el dedo de una persona. Entonces es un tipo de liderazgo medio antinatural. Es complicado. Realmente veo alguna oportunidad en la generación sub35, simplemente por arrojo o por falta de precaución a la hora de opinar y decir cosas que puedan engendrar nuevas realidades. En definitiva, pensamos con palabras. Entonces esas palabras hay que cuidar muy bien cuáles usamos. Por momentos siento que en esta falta de estrategia se da esta importación masiva de conceptos de la academia norteamericana. Y hay gente hablando de Argentina como si fuese un campus californiano. La realidad nunca la van a terminar de enfocar y va a aparecer Milei y va a decir: uh, ¿qué pasó acá? ¿Realmente no la viste? ¿O sea, realmente te pareció tan sorprendente? A mí lo que me parecía sorprendente es que la gente elija votar por un orden de cosas tan mediocre.

—¿Cómo se discute con el país unitario? ¿Cómo se discute desde Rosario, de Santa Fe, con este poder AMBA-céntrico?

—Con mortero. Acá veo que están todos como acuchillándose y nosotros desde lejos tiramos con mortero. Caen ahí en los patios de las casas y no saben de dónde viene. Con mucho esfuerzo. Es difícil, obviamente. Tampoco quiero hacer de de las dificultades una excusa. No existe vivir de esto. Menos en el interior. Y se hace con mucho esfuerzo, con el tiempo libre que nos queda del resto de actividades que nosotros tenemos. Leyendo, preguntando, conversando, parando la oreja, tratando también de admitir todo lo que uno no sabe. Veo que a veces hay gente que habla y no sospecha ni remotamente todo lo que ignora. Entonces hay algo de la curiosidad que me parece que guía el programa. Y hay una idea, esto seguro se lo robé a alguien, de como metafísica de los escombros, de con las cosas que están tiradas en el piso tratar de hacer algo.

—Ustedes hablaban bastante de las similitudes que puede haber entre los libertarios de hoy y la juventud kirchnerista que envejeció en el poder. Y que pueden cometer el mismo error. Hay algo que uno ve en las redes de los libertarios, como envidiando o tratando de emular o diciendo 'es por ahí' el ejercicio del poder en el kirchnerismo. ¿Cómo ves eso?

—Obviamente que hay fenómenos de mucho entusiasmo que convocan masivamente a las personas, a las juventudes y después hay procesos de decepción. Es difícil, porque veo que también hay un nivel de ironía desinhibida muy grande, que hay que decirlo, es cinismo. Con lo cual a mí me parece que incluso esa juventud kirchnerista era más ingenua. La juventud libertaria me parece más cínica. No me parece que sean lo mismo. Y tampoco hay que volverse loco. Yo siempre quise ser viejo, en realidad. Entonces no es un valor en sí mismo la juventud. Me parece que hay que escuchar más a los más grandes, a los que tienen algo para contar. Sí veo en la historia cosas que intentaría que no se repita, por ejemplo, lo que significó si Milei tiene algo que ver con Menem. Al menos, para él, fue el mejor presidente de la historia. Lo que fue la oposición progresista durante los 90. Hay que recordar que Menem ganó dos veces, la segunda con más votos que la primera. Y esa oposición que hizo el progresismo cultural, estética, esa crítica a lo grasa, a la pizza con champán, terminó engendrando la alianza, terminó engendrando a Chacho Álvarez diciendo que vuelva Cavallo. Y después en 2001 fue la casi vuelta de Menem. Entonces, lo que me parece a mí que tendría que pensar la oposición en vez de regodearse ahí en el progresismo como un lugar común, tratar de evitar ser la alianza.

—Lo que sucede en el peronismo desde hace 21 años es que el kirchnerismo es el nombre propio más importante dentro del movimiento peronista, la familia peronista. Y está esa referencia. Ustedes también van mucho en el programa a Menem, a Duhalde, buscando ahí como un sustrato del cual puede nacer algo que es medio, no sé si tiene que ver con el futuro, tiene que ver con el pasado. ¿Pero qué falló en las alternativas al kirchnerismo o qué sigue fallando?. Porque con su decadencia, con sus errores, con su desgaste en el tiempo, Cristina ahora parece desafiada por un cristinista. No hay una voz no kirchnerista que aparezca con potencia, como si algo fallara en los otros, como si no se supiera a quién les hablan los otros. No está claro. Los otros dentro del peronismo.

—Hay manifestaciones en las provincias, pero muy tímidas. Yo creo que se desordenó todo. O sea, comparándolo con el pasado, me parece que el PJ empezó a tener un rol secundario y se centralizó mucho en la figura de Cristina, con lo cual, yendo a esta teoría política en donde un dedo y no el pueblo designa un presidente, evidentemente el poder el ecosistema de la política lo ve en ese dedo, no en la gente. Entonces está más ocupado en hablarle o en seducir a ese extracto que en pensar en qué están las personas. Porque también es increíble que ahora la política descubra que la mitad de la economía está en negro o que el trabajo cambió. O sea, es increíble. O sea, le hablaban a una imagen espectral de algo, incluso idealizada. Es un poco la diferencia entre C5N y Crónica. Crónica es una realidad que incluso no querés ver, que cambiás de canal porque es difícil, es cruda, y C5N es el lenguaje de la política. Es la rosca de la política. Es algo mucho más, si se quiere, digerible. Entonces, ¿qué es lo que falló? Hay una serie de de circunstancias, errores propios, también una voluntad de poder muy grande que tuvo es,e sector los cuatro años de Macri generaron un desorden, pero nunca se terminó de sintetizar en algo nuevo. Ahora, con el fracaso de Alberto, veremos. Ahora con Kicillof, veremos. ¿Qué es esa interna? Y a mí me gustaría entenderla mejor. Me gustaría pensar que no es por cargos. O sea, que en realidad no estamos discutiendo que el año que viene al pueblo se le va a presentar una lista cerrada donde va a tener que votar sí o no. Porque si van a ser los mismos de siempre y las mismas ideas de siempre sí o no, ¿por qué esperarían que la respuesta fuese esta vez sí? Me cuesta ver en esa repetición incluso como compulsiva y catatónica de lo mismo algo más que un fracaso.

—Hablabas de FORJA, yo mencionaba la idea del pensamiento nacional, que está muy presente en el programa. ¿Por dónde pasa hoy la defensa de lo nacional en este debate político, en esta coyuntura política, en esta Argentina gobernada por el mercado, incluso antes de Milei?

—Es tremendo, porque a mí me parece que esa idea de lo nacional que puede construir una mayoría o que moviliza en el imaginario, tiene distintas batallas, la mayoría perdidas. Digo, yo soy de Rosario, por el río Paraná pasa el 50% de la proteína vegetal del mundo y uno va donde está clavada esa cruz de Punta Quebracho —todos recuerdan Vuelta de Obligado, pero Punta Quebracho fue una victoria a esa flotilla combinada francesa y británica por la libre navegación de los ríos— y en esas aguas, en esas barrancas, hay puertos extranjeros que trafican, pasan su mercadería sin ningún tipo de control estatal. Vicentin fue una oportunidad perdida, al menos para tener una empresa testigo de un fenómeno en que el comercio exterior básicamente es la soberanía deseada. O que de repente debiésemos recuperar. Pero todo esto suena grandilocuente. Suena ajeno a las discusiones de la política. Es más fácil para la política discutir las agendas culturales, las batallas culturales. Habría que preguntarse si se ganan o no, porque con la con la avenida de los Libertarios cuesta pensar de que el balance es positivo. Entonces, a mí me parece que la industria es otro de los grandes grandes temas, los trabajadores organizados.

—Hay un progresismo que se olvida de la discusión económica. Es algo que también ustedes plantean.

—¿Me pregunto qué es el movimiento nacional sin eso? ¿Es una agenda importada del exterior y nada más que eso? ¿Es Palermo? ¿Solamente es eso? ¿El resto del país? Es el octavo país más grande del mundo este. Tierra del Fuego, una gran discusión. A mí me parece que el futuro de la Argentina si nos salimos de esta lógica de cada dos años, si tiene una posibilidad todavía como una gran nación, tiene que ver con el Atlántico Sur, tiene que ver con Malvinas, tiene que ver con la Antártida, las últimas tierras vírgenes que hay en la tierra. El futuro de Argentina tiene que ver con eso. ¿Qué vamos a hacer con la Patagonia los argentinos? ¿Tenemos un proyecto para la Patagonia? ¿Podemos hacer un país más grande? Otra de las cosas que yo veo todo el tiempo es la renovación de la discusión acerca de la moneda. Pareciera ser que hay un consenso en la centroizquierda en donde Argentina solamente puede ser competitiva devaluando sistemáticamente su moneda. O sea, rompiendo su moneda. Realmente eso es un consenso por izquierda.

—Y en sectores del peronismo también.

—Sí, por izquierda en el peronismo, quiero decir

—Pero, digo, podríamos decir desde Diego Bossio hasta...

—Duhalde o algo de ese duhaldismo. Pero la cuestión es que si Argentina no mejora su infraestructura, su stock de capital, si no tiene planes en ese sentido, si no hace planes de esa índole, vas a seguir dependiendo siempre de destruir tu moneda ¿cada cuánto? ¿Tres, dos años? Bueno, esas son las discusiones pospuestas.

Entrevista realizada por Diego Genoud en su programa Fuera de Tiempo (Radio Con Vos).

DG/CRM

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